“Nuevamente se separaron los dos enamorados. Una criada de Comixa llevó a Isabel a la casa de la Horra.La reina madre no vivía en la Alhambra, sino en un palacete en las laderas del Albaicín, “la Casa de la Horra”. No presentaba por fuera grandes apariencias, más bien se confundía con la abigarrada arquitectura circundante, pero dentro tenía un patio amplio con estanque rodeado de arrayanes y una gran sala con fuente de mármol que en invierno permanecía muda, la venera seca y disimulada con almohadones. La Horra era friolera. Las estancias, separadas por gruesos tapices que evitaban las corrientes de aire, se calentaban mediante braseros que los esclavos mantenían encendidos todo el día. Olía el aire a alhucema e incienso y a palo de olor”
El mercenario de Granada. Juan Eslava Galán.
El palacio de la Dar al-Horra, declarado Bien de
Interés Cultural, está situado en el histórico barrio granadino del Albayzín,
en concreto entre
los actuales callejones de Las monjas y del Gallo.
Es uno de los mejores ejemplos de arquitectura
nazarí y fue construido en el último tercio del siglo XV en la llamada «huerta alta de la
Alcazaba antigua». Este lugar era parte de los terrenos que ocupó el alcázar
del rey Badis (s. XI). El solar en el que se construyó el
edificio debe su nombre
al tratamiento honorífico que recibían las mujeres de la realeza musulmana. De
hecho, fue adquirido hacia 1448 por Fátima, futura esposa de Muley Hacén y
madre de Boabdil que lo utilizó como
residencia tras ser repudiada por su esposo, quien tomó como primera esposa a
la esclava cristiana Isabel de Solís que más tarde
sería conocida con el nombre
de Zoraya.
En 1492 los Reyes Católicos recibieron,
junto con las llaves de la ciudad, todas las posesiones de la familia real
nazarí, entre
ellas el palacio de la Dar al-Horra, que fue cedido a Hernando de Zafra,
secretario de la corona. Hernando comenzó a construir un convento en los
solares aledaños al palacio, pero la reina Isabel reclamó dichas propiedades
para fundar cenobio en su honor y que hoy conocemos bajo la advocación de Santa Isabel la Real. El
edificio estuvo en manos de la orden franciscana hasta que a principios del
siglo XX el arquitecto y restaurador Leopoldo Torres Balbás
inició los trámites para que el Estado
adquiriese éste y otros edificios nazaríes de la misma época con el fin de
preservarlos. El edificio se estructura según la tipología mediterráneas de
crujías alrededor de un patio. El acceso actual se hace por la fachada oeste a
través de un jardín, muy probablemente, plantado en la reestructuración que
sufre el edificio en el siglo XIX, y un pasillo recto cercano a la
crujía sur. Se sabe que esta no es la entrada original ya que esta tipología
residencial se caracterizada por una entrada en recodo. Dicha entrada se
encontrada en la misma fachada, pero en el extremo norte. Hoy día puede verse
la traza de esta puerta en el muro del jardín.
Ya en el interior, alrededor del patio,
encontramos cuatro alas, las fachadas norte y sur a pesar de ser las menores,
son las más destacables tanto por su altura como por su decoración. Ambas
cuentan con un acceso a través de arcada triple y salas de doble altura. Las
crujías este y oeste son de menor altura y notoriedad, muy probablemente
estarían destinadas a estancias secundarias propias del servicio.
El patio es rectangular y presenta una alberca
con fuente a los pies de la arcada meridional. En su origen la alberca estaba
descentrada pero en las restauraciones del siglo XX se alineó con el eje de las
fachadas menores . Debajo de los aleros que vierten sus aguas hacia el patio,
se conservan frisos de madera con epigrafía árabe. En estas inscripciones, Almagro Cárdenas localizó
pasajes del Corán.
La crujía sur está formada por una única sala a
la que se accede por una arcada triple de arcos angrelados sobre columnas de
mármol blanco. Dicha arcada da acceso a una sala subdividida en dos zonas diferenciadas
gracias a su techo y que las franciscanas usaban de capilla para la enfermería
del convento, por ello existe una puerta a sus pies que comunicaba antes con el
edificio de las religiosas. La zona principal está cubierta por una armadura a
cuatro aguas con decoraciones en los arranques y centro apeinazado. La zona
destinada al atar de la capilla se presenta una armadura ochavada sobre
pechinas rica en decoración de lazo y policromía.
El pórtico norte tiene dos plantas y sigue en su
piso bajo la tipología del meridional pero con capiteles cúbicos de distinta factura.
Tanto esta arcada como la meridional no son originales ya que sufrieron fuertes
cambios a lo largo de los siglos XVIII y XIX. En la planta baja tiene una sala
principal con alhanías a los lados, siguiendo el modelo musulmán de residencia
nobiliaria. La armadura de las salas es plana. Este alfarje conserva
decoraciones originales de epigrafía y ataurique. Lo más destacable de este
espacio es el mirador que encontramos en el centro de la estancia principal,
que tiene su homólogo en la planta superior. Dichos miradores han sido
modificados y actualmente presenta ventanas geminadas con arcadas menores sobre
ellas en su muro principal y arcos angrelados en los laterales. A la planta
superior se accede por una estrecha escalera situada en la esquina noreste del
patio. En este segundo piso se repite la disposición de sala con alcobas
laterales. Cabe destacar en este espacio sus armaduras, tanto la principal como
la del mirador son a cuatro aguas y ricas en decoración vegetal pintada. Las yeserías
del arco de entrada conserva las tacas originales típicas del arte nazarí.
Siguiendo las escaleras podemos acceder al
torreón situado en esta fachada, ha sido muy modificado debido al lamentable
estado de conservación en el que llegó al siglo XX pero esto no desmerece las vistas que
desde él podemos disfrutar. Es posible hacer una panorámica de toda Granada,
desde el monte de San Miguel con su ermita hasta la
colina de la Sabica coronada por la Alhambra y desde las murallas ziríes
que bajan a la medina cristiana hasta los llanos de la Vega granadina.