domingo, 8 de junio de 2014

Templarios-Cruzadas-Cuernos de Hattin



Cada vez que los templarios eran vencidos en una batalla, como sucedió en varias ocasiones, sus bajas eran enormes, llegando incluso a sucumbir la práctica totalidad del contingente que había participado en esa acción bélica. ¿A que se debía semejante porcentaje de pérdidas? Cuando un templario entraba en combate debía ser ayudado por sus hermanos, y ninguno estaba autorizado a abandonar el puesto en el campo de batalla ni a separarse de sus filas hasta que no lo autorizara el maestre o quien dirigiera las tropas en ese momento. Y esa orden nunca se dio, pues trece de los veintitrés maestres del Temple murieron en plena batalla con la espada en la mano o como consecuencia de una acción de guerra. Esa pudo ser una causa del elevadísimo porcentaje de muertos templarios en cada una de las batallas que perdieron. En julio de 1187, por ejemplo, murieron doscientos treinta caballeros templarios en la batalla de los Cuernos de Hattin. Allí nadie dio la orden de retirada…..”
 
Breve Historia de la Orden del Temple. José Luis Corral.




La batalla de los Cuernos de Hattin tuvo lugar junto al Lago Tiberiades o Mar de Galilea, sobre cuyas aguas un día caminó, dicen, Jesús de Nazaret. La ciudad de Tiberiades había sido fundada por Herodes Antipas, el hijo del Herodes bíblico que mataba niños, en honor del emperador Tiberio. La batalla se dio el 4 de julio de 1187 entre el Reino Cruzado de Jerusalén y las tropas de Saladino. Jerusalén estaba en poder de los cristianos desde la Primera Cruzada, ya que habían conquistado la ciudad en 1099, el mismo año en que murió en España, Rodrigo Díaz de Vivar, El Cid. Saladino se había erigido en líder de los musulmanes acabando con sus enemigos y quitándoles sus territorios. De forma que en 1187 toda Tierra Santa se hallaba en poder de los musulmanes excepto el reino de Jerusalén, rodeado y hostigado por el Islam. Saladino, por azares del destino, había nacido en Tikrit, la misma ciudad en que nacería siglos más tarde: Sadam Hussein.




Saladino sitió Tiberiades porque sabía que la esposa de uno de los caudillos cristianos, Raimundo de Trípoli, estaba allí. A pesar de eso, Raimundo optó por dejar caer la ciudad y no entrar al trapo del ardid de Saladino. Pero el espíritu caballeresco de imaginarse a la afligida dama acosada por los crueles sarracenos les hacía dudar. Aun así resolvieron no atacar a Saladino. Pero Gerardo de Ridefort, el Gran Maestre de los Caballeros Templarios, insistía en atacar. Tan bravucón él, afirmaba que un templario no podía desperdiciar la oportunidad de vengarse de un infiel. Guido de Lusiñán –rey de Jerusalén y quien tenía que dar la orden de marchar hacia Tiberiades- se dejó seducir por los ardores guerreros del jefe de los templarios y mandó que el ejército se dirigiese a Tiberiades.

La mañana del viernes 3 de julio de 1187, bajo un sol terrible, los cristianos abandonaron Seforia con dirección a Tiberiades. El paisaje se tornó de unas huertas verdes y fértiles en un erial pedregoso y seco y en unas yermas colinas. No había agua a lo largo del camino. Las pocas fuentes habían sido envenenadas por Saladino. Los hombres y caballos empezaron a padecer la sed. Los caballos morían. El agotamiento los hacía caminar muy lentamente. Los musulmanes hostigaban la vanguardia y la retaguardia con sus arqueros y sus veloces caballos. Por la tarde los cruzados llegaron a la planicie de Afín. Frente a ellos había un volcán apagado con dos cráteres llamado Los Cuernos de Afín. Los cruzados acamparon en las faldas de los Cuernos. No les quedaba más agua que la que había en sus odres. Las fuentes estaban secas o envenenadas. El calor y la deshidratación les hacían tener delirios y alucinaciones. Los musulmanes se reían y se burlaban de ellos desde su bien surtido campamento, diciéndoles que el agua les sobraba.


El ataque de Saladino comenzó después del amanecer. Los musulmanes incendiaron los arbustos que rodeaban las tiendas cristianas a fin de ahogarlos y desorientarlos. Los cristianos se lanzaron a la desesperada hacia el lago pero fueron contenidos por las llamas y los musulmanes les cortaban los pasos. Los jinetes cristianos rechazaron uno tras otro los ataques de la caballería de Saladino pero sus fuerzas iban menguando. El hijo de Saladino que aquel día presenció su primera batalla escribió sobre el valor de los francos: “Cuando el rey franco se había retirado al pico de la colina, sus caballeros lanzaron una valiente carga y obligaron a nuestros hombres a retroceder. Yo observaba su desesperación. Los rechazábamos pero ellos volvían a atacar” Al final los cristianos fueron copados. Uno de los grandes talismanes de la época, la Vera Cruz, fue capturada por los infieles. La Vera Cruz era una cruz hueca de metal en cuyo interior se hallaba un trozo de madera de la cruz en la que, supuestamente, fue crucificado Jesús de Nazaret.




Se condujo a los caudillos cristianos a la tienda de Saladino donde se les dio agua. A uno de ellos, Reinaldo de Chatillón, Saladino le cortó la cabeza con su propio alfanje. Se perdonó al resto de jefes cristianos pero la casi totalidad de los templarios y hospitalarios que sobrevivieron fueron muertos por los sufíes. Los cristianos que fueron llevados a Damasco a fin de que los vendiesen como esclavos causaron un súbito desplome de los precios. Se podía cambiar un par de sandalias por un cristiano. El viernes 2 de octubre de 1187, Saladino entró en Jerusalén sin apenas resistencia. Habían pasado 88 años desde que los cruzados la capturasen. En toda la Cristiandad hubo miedo por el resurgir musulmán y por el liderazgo de Saladino. Se resolvió organizar la Tercera Cruzada a cuya cabeza se pondrían varios reyes europeos.

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