“El barrio granadino del Zaidín era una aglomeración de gente, más perteneciente a un pasado de estrecheces que al futuro glorioso, que se levantaba sobre parte de la antigua Vega granadina. Allí llegaron en los años cincuenta trabajadores de toda la provincia – “trabajadores de toda la provincia, uníos”, decía en el Bar Gabriel el Sandokán, sindicalista persistente-, lo que provocó alta demanda inmobiliaria: cuchitriles donde criar a cinco churumbeles renegridos, y luego, qué remedio, reclamaron asfalto y hasta bibliotecas y carriles bici. Híbrido cruce, en fin, de un ambiente parecido al que aún tenían los pueblos del cinturón, con veta de suburbio.Transitaba el barrio entre el paso definitivo a la vida pudiente de las hipotecas y la mirada atrás, tan atrás como cuando sólo se servía pollo dos veces al año, se almorzaban sobras de fin de semana el lunes, se fumaba caldo de gallina y la felicidad costaba muy poco”.
El detective del Zaidín. Alfonso Zalazar.
Manuel Benítez Carrasco describió con estas palabras el nacimiento del Zaidín durante el pregón de las fiestas del barrio en 1994:
“Y fue en fin que los barrios de
Granada entrados en años, se dijeron: vamos a crear un hijo, un hijo de todos
que tenga sangre de todos, pero carne, esencia y presencia propias.
Y nació el Zaidín, resumen de
latidos de otros barrios.
Nacido entre dos ríos y al que, al
estrecharlo entre sus brazos fluviales, le pusieron de nombre Zaidín. Pan hecho con
muchas harinas, pero pan Zaidín; vino de muchas parras pero vino Zaidín; corazón
con muchas sangres, pero corazón Zaidín. Y ya padre Zaidín de numerosa familia
generosa que dará a sus descendientes, además de ese apellido sonoro, el orgullo
de tener dos rios como padrinos, de tener la vega como pila bautismal para después
ennoviarse con la sierra, con las estrellas y con las granadas barrios,
floridas también tras las orillas del Monachil y del Genil”
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