“La imagen de Shiro tocando esa pieza le vino a la mente de una forma sorprendentemente nítida, casi palpable. Era como si aquellos hermosos instantes se hubieran rebelado contra la opresión del tiempo y hubiesen remontado el cauce con firmeza.El piano de cola Yamaha en la sala de estar de la casa de Shiro. Un piano siempre bien afinado, lo cual hablaba de la escrupulosidad de Shiro. Su superficie pulida, sin una sola mancha, ni siquiera una huella. La luz vespertina que entraba por la ventana. La sombra de los cipreses del jardín. Las cortinas de encaje mecidas por el viento. La tetera sobre la mesa. Su cabello negro, bien recogido por detrás, y la mirada seria, concentrada en la partitura. Sus diez largos y bellos dedos deslizándose sobre el teclado. Los pies, precisos al pisar los pedales, dotados de una fuerza que uno nunca habría sospechado en la Shiro de cada día. Y sus pantorrillas, blancas y suaves como piezas de cerámica vidriada. Cuando le pedían que tocase algo, solía interpretar aquella pieza. Le mal du pays. La tristeza, sin razón aparente, que la contemplación de un paisaje bucólico despierta en el alma. Nostalgia, melancolía.
Prestó atención a la música con los párpados entornados, y sintió una opresión desgarradora en lo más hondo del pecho. Parecía que, sin darse cuenta, hubiera tragado un pequeño fragmento de nube sólida.”
Los años de peregrinación del chico sin color. Haruki Murakami.
Le mal du pays es una pieza
integrada en la Suite 160 de Franz Liszt, revisada por él, y que formó parte
del Album d'un voyageur,
compuesto entre 1835 y 1836.
Si en la aclamada historia que le
diera fama mundial, Norwegian Wood (Madera noruega), el escritor nacido en
Kioto el 12 de enero de 1949 le había pedido prestado el título a Los Beatles,
ahora echa mano de Franz Liszt (1811-1886) y su Années de Pèlerinage (Años de
peregrinaje), un conjunto de tres suites para piano solo (26 piezas en total)
que le llevó 40 años componer al célebre pianista húngaro. De esas piezas,
Murakami elige “Le mal du pays”, una partitura que desencadena la historia y
que constituye algo mucho más importante que una simple referencia musical en
la novela protagonizada por el solitario amante de los trenes Tsukuru Tazaki.