Yo estaba en la proa, escuchando los gritos de los gavieros, el chirrido de las jarcias, de las cadenas del ancla que se elevaba, de las velas que se izaban.
Todos esos ruidos fueron ahogados de repente bajo los cañonazos de las baterías de la ciudad saludando nuestra partida. Las salvas eran disparadas por los cañones del castillo de San Antón, que alzaba sus grises murallas en un islote ribeteado de espuma, y el de San Diego, situado enfrente, en la punta de un pequeño cabo.
La cruz de Occidente. Max Gallo.
El castillo de San Diego, bañado por las mareas altas por estar situado a orilla del mar, era de figura irregular y de cortas dimensiones, carecía de foso, estacada y cosa alguna que impidiese llegar al pie de sus murallas. Estaba dominado por la altura de Valparaíso. En esta altura se pueden ver hoy los vestigios de un fuerte, mandado construir en aquel punto, después del día 4 de Mayo de 1.589 en que atacaron los ingleses a la Coruña y en vista del daño que desde allí causó el enemigo a la plaza y embarcaciones que se hallaban en el puerto.
Comenzó a construirse durante el mandato del capitán general de Galicia Pedro de Toledo, Marqués de Mancera, entre 1630 y 1636, terminándolo su sucesor Francisco González de Andía e Irazabal, Marqués de Valparaíso. En un principio se le llamó castillo de San Gaspar, pero a partir de 1.644 ya se conocía como Castillo de San Diego.
En varios relatos del ataque francés a la Coruña de 1.639 se habla de la gran eficacia de esta fortificación, tendiéndose entre San Diego y San Antón una cadena que cerraba el puerto. San Diego fue gobernado por un capitán de los ejércitos reales durante muchos años y en el mismo se efectuaron sucesivas obras y modificaciones en el transcurso del siglo XVII.
Resultaría inimaginable que países como Francia o Inglaterra, donde el respeto a la historia es grande, hubiesen cometido el atentado que significa el derribo de un castillo del siglo XVII. Pero en España, donde lo que estorba se elimina rápido, todo es posible. Tal sucedió en A Coruña, a mediados de la década de los 60, cuando el castillo de San Diego, que con el de San Antón era uno de los viejos baluartes de la defensa de la ciudad, se demolió con el pretexto de que estorbaba para la ampliación del puerto comercial.