“…tus defectos como hijo, son mi fracaso como padre…”
Marco Aurelio murió el 17 de marzo de 180 en la ciudad de Vindobona (moderna Viena), en compañía de su hijo y sucesor Cómodo. Tras su muerte fue deificado y sus cenizas se transportaron a Roma, donde permanecieron en el Mausoleo de Adriano (moderno Castillo Sant'Angelo) hasta el saqueo visigodo de la ciudad en el año 410. Se construyó además una columna conmemorando sus victorias contra los sármata y los germanos.
A su muerte, Marco Aurelio fue capaz de asegurar la sucesión de su hijo
Cómodo, al que nombró César en el año 166 y con el que compartió el
gobierno del Imperio desde el año 177. Sin embargo, al final esta decisión se
tornaría muy poco afortunada. Este nombramiento, que puso fin a una serie de
"emperadores adoptivos", fue criticado posteriormente por una serie
de historiadores, debido sobre todo a que Cómodo se convirtió en un líder
político y militar paranoico, tremendamente egoísta y afectado por problemas neuróticos.
Por esta razón, la muerte de Marco Aurelio ha sido considerada como el fin de
la época de mayor prosperidad del Imperio, conocida como la Pax Romana.
Es posible que la elección de Cómodo se debiera a la simple ausencia de otros
candidatos o al miedo de que una sucesión incierta diera pie al inicio de una guerra
civil.
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