jueves, 22 de agosto de 2013 0 comentarios

J.D.Salinger.



"Eché a andar hacia Broadway, sólo porque sí, porque hacía años que no había estado allí. Además, quería encontrar una tienda de discos que abriera los domingos. Quería comprarle a Phoebe un disco que se llamaba Little Shirley Beans. Era un disco muy difícil de encontrar. Era uno sobre una cría que no quería salir de casa porque le faltaban dos dientes de delante y le daba vergüenza salir. Lo había oído en Pencey. Lo tenía un chico del piso de arriba y traté de comprárselo porque sabía que a Phoebe le volvería loca, pero no quiso vendérmelo. Era un disco estupendo, muy viejo, que esa cantante negra, Estelle Fletcher, había grabado hacía como veinte años. Lo cantaba muy a lo Dixieland y a lo casa de putas y no sonaba nada empalagoso. Si lo cantara una chica blanca, haría que sonara cursilísimo, pero Estelle Fletcher sabía muy bien lo que hacía y era uno de los discos mejores que había oído en mi vida. Pensé que lo compraría en alguna tienda que abriera los domingos y luego lo llevaría al parque. Era domingo y Phoebe suele ir a patinar al parque los domingos. Sabía más o menos dónde encontrarla." 

El guardian entre el centeno. J.D. Salinger. 




 Publicada originalmente en 1945, la obra maestra de Salinger se convirtió inmediatamente en una obra de culto de toda una generación de lectores. La impresionante fuerza con que el adolescente protagonista se mira a sí mismo es de una brillantez sostenida como sólo muy pocos autores pueden lograr. Las peripecias del adolescente Holden Cauldfiel en una Nueva York que se recupera de la guerra influyeron en sucesivas generaciones de todo el mundo. En su confesión sincera y sin tapujos, Holden nos desvela la realidad de un muchacho enfrentado al fracaso escolar, a las rígidas normas de una familia tradicional, y a la experiencia de la sexualidad más allá del mero deseo.


John Hinckley Jr, (que intentó asesinar a Ronald Reagan en 1981) declaró que estaba obsesionado con el libro. Mark David Chapman al matar a John Lennon leyó este libro, hasta que llegó la policía y lo arrestó. En su declaración a la policía tres horas después, Chapman dijo: «Estoy seguro que la mayor parte de mí es Holden Caulfield, el personaje principal del libro. El resto de mí debe ser el Diablo.» 
Treinta años después de su publicación en 1951, El guardián entre el centeno era tanto el libro más prohibido, como el segundo más estudiado como lectura obligatoria en los institutos estadounidenses. En la década de 1990 fue el nº 13 en la lista de libros más leídos en su país según la Asociación de Bibliotecas Estadounidenses y en el año 2005 se mantuvo entre los diez primeros.
martes, 13 de agosto de 2013 0 comentarios

Tariq Alí-Ibn Hamz



-No tiene importancia. Aquella noche lloramos como niños, Zubayda. Si nuestras lágrimas hubiesen estado bien encauzadas, habrían podido extinguir las llamas. Pero de repente me encontré cantando algo que había aprendido en mi juventud. Luego oí un clamor y descubrí que no era el único que conocía los versos del poeta. Este sentimiento de solidaridad me llenó de una fuerza que nunca me abandona. Te digo esto para que comprendas de una vez y para siempre que nunca me convertiré por propia voluntad.

Zubayda abrazó a su esposo y lo beso en los ojos con dulzura.
-         ¿Cómo eran los versos del poeta?
Umar ahogó un suspiro y le susurro al oído:

Podréis quemar el papel,

pero no lo que contiene,

porque lo guardo seguro en mi pecho.

Donde yo voy, va conmigo,

arderá cuando yo arda,

y yacerá junto a mí en la tumba.


Zubayda los recordaba. Su propio tutor, un escéptico nato, le había contado la historia centenares de veces. Los versos pertenecían a Ibn Hazm, nacido quinientos años antes, justo cuando la luz de la cultura islámica comenzaba a iluminar los más oscuros abismos del continente europeo.

La Sombra del Granado. Tariq Alí.




Hijo de un ministro de Almanzor, la caída de la dinastía amirí y la ruina y persecución que a causa de ello sufrió su familia convierten a Ibn Hazm en un inconformista e incómodo intelectual trashumante al que su feroz defensa del legitimismo omeya y su militancia en la escuela literalista zahirí, opuesta a la malikí imperante en al-Andalus, lo hacen indeseable en todos los reinos de taifas y lo sitúan al margen de la ortodoxia. Tras un largo peregrinar plagado de sinsabores y desengaños, entre los que no se puede olvidar la pública quema de sus libros en Sevilla por orden del abbadí al-Mutadid, se retira a su casa familiar de Huelva, donde muere. Poeta, literato, genealogista, historiador, jurista, exégeta, filósofo, polemista, este gran polígrafo es, sin duda, uno de los representantes más significativos y fecundos de la literatura andalusí y un genuino producto de la etapa califal. Destacamos entre sus obras el Fisal, primera historia crítica y comparada de las diversas opiniones religiosas, o su Epístola en elogio de al-Andalus, en la que, con claro sentido autodefensivo, recoge una aguda observación respecto al trato que al-Andalus da a sus sabios: "Lo que ocurre en nuestro país confirma plenamente el proverbio usual: Nadie hace menos caso de un sabio que su propia familia. Yo he leído en el Evangelio que Jesús ha dicho: Nadie es profeta en su tierra".
Pero entre todas sus obras, la que más fama le ha dado en Occidente es El collar de la paloma, traducida a un buen número de lenguas. Obra de juventud, sus treinta capítulos constituyen el más completo tratado sobre el amor y los amantes que se haya escrito en la Edad Media. Algunos de sus capítulos, como los dedicados a describir la esencia del amor o los síntomas que lo acompañan, confirman la universalidad y vigencia de la obra. No menos interesantes son sus alusiones a los personajes que se mueven en torno a los enamorados: el mensajero (safir), relacionado con la celestina o trotaconventos; el espía /guardador (raqib), de clara similitud con el guardador provenzal; el calumniador (wasi) y el censor (adil).


 Quisiera rajar mi corazón con un cuchillo,
meterme dentro de él y luego volver a cerrar mi pecho.
para que estuvieras en él y no habitaras en otro,
hasta el día de la resurrección y del juicio;
para que moraras en él durante mi vida y, a mi muerte,
ocuparas las entretelas de mi corazón en la tiniebla del sepulcro.




 
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