lunes, 31 de marzo de 2014 0 comentarios

Chrysler-Marx



“Si, -me interrumpió-, en la escena salen doce chicas, pero, aunque me esté mal decirlo, Prudencia, mi hija, era la única que aparentaba conservar la virginidad.
Recordé entonces a Prudencia en la noche del taxi y resumí que si ella era virgen, Juana de Arco debió ser recaudadora de contribuciones.
La bruja seguía emitiendo desarticuladas insensateces, sin aparentes intenciones de acabar, así que, suavemente, colgué el aparato.
Llamé entonces a Celia, el último número que figuraba en mi menguada lista. Llevaba invertidos cincuenta centavos en llamadas telefónicas.
Me acordaba muy bien de Celia. Menuda, con lentes de contacto, caderas pronunciadas y busto suficiente para las más ansiosas exigencias. Era muy mona, pero, desgraciadamente, se las daba de intelectual. Vivía en Greenwich Village y nunca iba a parte alguna, ni siquiera al cuarto de baño, sin llevar consigo un grueso volumen, encuadernado en piel, de las obras completas de Shakespeare.
No sentía demasiado entusiasmo por esta última tentativa, pero cualquiera que se hubiera hallado como yo, solo en el cuarto de un hotel, contemplando cómo la lluvia batía en la ventana, mientras de la calle llegaban los bocinazos de los taxis, que me hacían pensar en felices parejas que corrían a encerrarse en sus respectivos nido… cualquiera, digo, hubiera sentido también la urgencia de abandonar aquel departamento del Chrysler Building, para ir a caer en los acogedores brazos de Celia….”

Memorias de un amante sarnoso. Groucho Marx.





En los año 20, tras la Primera Guerra Mundial, se produjo una gran expansión de la economía en Europa y Estados Unidos que estuvo acompañada de la necesidad de nuevos edificios. A mediados de los años 20, el constructor y promotor William H. Reynolds comenzó a planear la construcción de un rascacielos en un solar de la Calle 42 y la Avenida Lexington. Reynolds confió el proyecto a William Van Allen, un arquitecto de Brooklyn que, como Reynolds, carecía de experiencia en edificios de altura. Hasta entonces, el proyecto sólo eran bocetos hasta que Walter Percy Chrysler, dueño de la empresa de automóviles Chrysler, se interesó en este edificio y en 1928 dio luz verde para su construcción costeando los 15 millones de dólares del presupuesto.

Chrysler quiso que el edificio fuera el más alto del mundo superando al Woolworth Building, pero tuvo que competir con otro edificio que había comenzado a construirse a principios de 1928 en el número 40 de Wall Street para el Banco de Manhattan, diseñado por Craig Severance, antiguo socio de Van Allen. El proyecto inicial del Banco de Manhattan constaba de 47 pisos, pero Van Allen anunció que el suyo tendría 68 plantas y mediría 270 metros de altura. Unas semanas más tarde el diseño del Banco de Manhattan había crecido hasta las 63 plantas y los 280 metros. Ante tal anuncio Van Allen tuvo que modificar la cúpula haciéndola crecer dándole su original y característica forma.




Las obras comenzaron en otoño de 1928 con la excavación para los cimientos sacando más de 38.500 metros cúbicos de tierra y roca. Un mes después se inició la colocación de los cimientos de hormigón y acero. Cada pilar de los cimientos pesa 35 toneladas y puede soportar 10 veces su peso. El edificio se fue construyendo a una gran velocidad, con un promedio de 4 plantas a la semana. El esqueleto de la cúpula está hecho de vigas de acero curvadas. Las paredes interiores de la cúpula son de ladrillo pero el exterior está revestido de un tipo de acero inoxidable llamado Nirosta. Nadie había utilizado este tipo de acero para esa finalidad y fue el propio Walter P. Chrysler quien eligió este material por sus propiedades inoxidables y su calidad uniforme homogénea que no necesita ningún tipo de mantenimiento. Las planchas de acero eran manipuladas en un taller instalado a este efecto dentro del propio edificio. Después los techadores las colocaban en su sitio, las soldaban y sellaban con plomo blanco. En total se utilizaron 30 toneladas de acero Nirosta en el techado y en otros ornamentos del edificio como las águilas. Las águilas son uno de los elementos del edificio que más destacan. Hay ocho en total, dos en cada esquina, y están diseñadas por Chesley Bonestell un delineante amigo de Van Allen. Las águilas fueron esculpidas en planchas de acero Nirosta en un taller aparte y después instaladas en el edificio sobre unos pedestales de hierro.

En otoño de 1929, el edificio Chrysler tenía ya 70 pisos de altura, mientras que su rival, el Banco de Manhattan, estaba casi terminado y apunto de arrebatarle el título de estructura más alta del mundo. Para asegurarse el éxito, los dueños del Banco de Manhattan, transformaron los planos en el último momento para alcanzar los 308 metros de altura con un mástil de bandera. Pero Van Allen había ideado en Julio del mismo año coronar el edificio con una gran y estilizada pirámide de 60 metros de altura conocida como Vertex. El Vertex fue construido en secreto en lo alto del edificio, escondido en el interior del hueco de incendios. El 23 de octubre de 1929, con ayuda de una grúa, colocaron el pináculo de 27 toneladas en tan sólo 90 minutos. De esta forma, con 318 metros, se convirtió en la estructura más alta del mundo. A pesar de este logro, ningún periódico se hizo eco de la noticia y es que al día siguiente, conocido como el Jueves Negro, se inició la mayor crisis mundial que el capitalismo haya conocido jamás, con la caída en picado del precio de los valores que se cotizaban en la Bolsa de Wall Street. Tan sólo 11 meses mantuvo el título de edificio más alto del mundo, hasta que se terminó el Empire State Building.

El Chrysler se había construido en un tiempo récord de 18 meses sin que nadie sufriera un accidente mortal. En aquel entonces se calculaba que por cada piso que se construía por encima de la planta 15 se producía una muerte. Este edificio tenía 77 pisos y según esa estadística debería haber costado 62 muertos, pero no murió nadie gracias unas medidas de seguridad sin precedentes.

El edificio abrió sus puertas de forma oficial el 27 de mayo de 1930. A pesar de la gran crisis económica que sufría el país, el Chrysler tenía cubierta casi por completo la ocupación del edificio ya que Walter P. Chrysler había hecho firmar los contratos de arrendamiento antes de finalizar el edificio. La empresa Chrysler disponía de sus propias oficinas y de una sala de exposiciones. En el vestíbulo había un elegante restaurante y una cafetería. Los ascensores viajaban a una velocidad de 330 metros por minuto siendo los más rápidos del mundo. En el piso 71 había un observatorio con paredes inclinadas decoradas con estrellas y planetas, y con techos de los que colgaban lámparas con forma de Saturno. La oficina privada de Walter P. Chrysler estaba situada en el piso 65 y sólo se podía acceder con invitación. En las plantas 66 a 68 había un club muy exclusivo llamado Cloud Club. En la segunda planta de este club estaba el comedor privado de Walter P. Chrysler.




En verano de 1930, Van Allen se disponía a cobrar los honorarios por el diseño del edificio que estaban estimados en el 6 % del coste total de la obra, según las prácticas habituales de la época, pero Chrysler se negó a pagarle porque sospechaba que había cobrado comisiones de las constructoras y no había contrato escrito. Como las comisiones no se pudieron demostrar, Van Allen denunció a Chrysler y obtuvo una orden de embargo del edificio. Al final llegaron a un acuerdo, pero Van Allen puso en peligro su carrera al denunciar al hombre que le había encargado su mejor proyecto. Van Allen nunca se recuperó y murió en 1954 a los 71 años sin el reconocimiento de la obra. Walter P. Chrysler había muerto en 1940 a los 65 años. En 1945, el observatorio cerró las puertas al público porque no generaba ingresos suficientes. A partir de 1953, la familia Chrysler fue vendiendo las participaciones del edificio. En la década de los 70, el Cloud Club carecía de socios y acabó desapareciendo. Las nuevas empresas comenzaron a instalarse en inmuebles más modernos y el edificio Chrysler llegó a clausurarse. Pero entonces llegó la salvación con una reforma fiscal de 1976 que otorgaba ventajas tributarias a los propietarios de edificios comerciales históricos que invirtieran en su restauración.






martes, 25 de marzo de 2014 0 comentarios

Heroes-Rolling Stones-Ray Loriga.




Corría por una cuesta que había cerca de casa, era muy duro mientras subías, pero una vez arriba eras el primero en saber si iba a llover. Al otro lado de la carretera estaba el campo de fútbol. Había un tío al que atropellaron de niño mientras trataba de cruzar la autopista. El accidente le había vuelto simpático. Prácticamente era el único tío simpático de la zona. Las piezas de su cabeza se habían desordenado y después se habían juntado de manera distinta. Tenía un orden mental propio y mejor al de los demás tíos que andaban por allí. Bebía cerveza. Compraba una docena de latas y me las iba bebiendo. Las latas se calentaban pero no me importaba demasiado. Bebía cerveza caliente. Cuando estaba borracho cantaba “Fool to Cry”. Me imaginaba fuera, en un sitio mucho más grande, o dentro, en un sitio mucho más pequeño. Me sentaba y bebía. Me sentía como si nunca tuviera que bajar. Simplemente estaba ahí sentado, esperando que los Stones no estuvieran demasiado lejos y también que no estuvieran haciendo nada muy diferente. Trataba de estar en la misma onda que Keith Richards.

Heroes. Ray Loriga.





En 1976 The Rolling Stones vivía uno de sus mejores momentos como banda para el exterior y, al mismo tiempo, una de sus grandes crisis internas. El primer guitarrista Mick Taylor se había ido, y las relaciones entre Mick Jagger y Keith Richards no eran del todo fluidas.

En ese contexto componen Fool to cry, una emocionante canción sobre un hombre atormentado, de muy baja extracción social, cuya pequeña hija sirve de consuelo para sus penas (Cuando llego a casa, nena/ Y he estado trabajando toda la noche/ Puse a mi hija en mis rodillas y ella dijo:/ `Papá, ¿qué pasa?`/ Apoyé mi cabeza sobre su hombro/ Y ella me susurra al oído con tanta dulzura/ ¿usted sabe qué dijo?/ `Papá, eres un tonto por llorar/ eres un tonto por llorar/ y me preguntó por qué).

De un ritmo lento e hipnótico -al punto que una vez Richards se durmió tocándola durante un recital en Alemania- Fool to cry está presente en cuanta antología de los Stones sea editada. Y eso es mucho decir.
viernes, 21 de marzo de 2014 0 comentarios

Sanglas-Teresa-Marsé






Por lo demás, ¡abur, muchachas sin aroma de mi barrio, tetas amortajadas con sábanas de miedo y de esperanza boba, yo me largo! Ya los cabellos al viento en la proa del barco, en la escalera del avión, en la terraza frente al océano y la luna, ya las áureas frentes y ojos azules de nuestros hijos engendrados en yates y transatlánticos y veloces expresos nocturnos o sobre pianos de cola entre candelabros o al borde de piscinas privadas o con el desayuno servido en la cama sobre pieles de tigre ya no en la noche borrosa que ensucia los ojos y deforma caderas aburridas de su peso, ya no, ya si, ya juntos entre largos, lentos, bellos, solemnes muslos adornados con broches de sol que maduran en invierno como lagartos dorados, como etiquetas de lejanísimos hoteles pegadas a nuestras maletas, como cicatrices queridas de viejas juveniles aventuras en islas, y esta música, ¿oyes?, sabemos ya de donde viene esta música y el grato atardecer que en el jardín familiar nos espera, agitando raquetas de tenis y pañuelos y regalos envueltos en papel de seda y lazos rojos que nunca, nunca, hasta hoy hemos desatado, pero ya si, ya es tuyo y mío este cristal de copas, este acompasado vuelo de ansias y palomas y besos sobre finas sábanas de hilo sobre el césped del jardín y la dignidad y el respeto y más, mucho más, chiquilla, que me tienes loco perdido, nuestra ya, Teresa, mi amor, ya…

-         Documentación.

Antes que la voz seca y cortante, lo que se abatió sobre él obligándole a salirse de la carretera, frenar malamente y caer, no fueron esta vez los faros de un coche, sino dos motocicletas (dos rabiosas y tenebrosas Sanglas con su correspondiente jinete de plomo: botas, casco, correajes y libreta en mano) que venían dándole caza probablemente desde que había enfilado la recta en dirección al puente del Besós.
 
Últimas tardes con Teresa. Juan Marsé.




Los años de penuria de la Posguerra conminaron a la utilización de motos reconstruidas sobre la base de las existentes antes de la Guerra Civil. La ley de protección a la industria nacional de 1939 obligaba a los organismos del Estado a la adquisición de motocicletas de fabricación española, hasta bien entrados los años setenta. Los hermanos Sanglas, estudiantes de ingeniería industrial realizan en 1942, un prototipo basado en las potentes motocicletas inglesas y alemanas. Su padre, prospero industrial textil, financió la aventura. Hasta 1948 no se encuentran en posición de poder comercializar el modelo propuesto. Un primitivo modelo de 350 cc y 14,5 CV de potencia apto para realizar grandes recorridos en plan turismo. Cuando en los años cincuenta se crea la Agrupación de Trafico de la Guardia Civil, la moto es adquirida por dicho cuerpo y su imagen en la carretera queda asociada a las patrullas de los citados guardias. El color negro de la moto junto al oscuro verde del uniforme ofrecía una visión austera y lúgubre muy distante de los brillantes colores que presentan hoy los policías de trafico llenos de reflectantes para ser vistos con facilidad. La moto Sanglas sufre los movimientos lógicos de la motorización española, y con potentes modelos de 400 y 500 cc aguanta, gracias a las adquisiciones oficiales, el embite que representó la llegada del SEAT 600 en 1957, que arremetió frontalmente , gracias a su precio, contra el mercado de los vehículos de dos ruedas. Se llegaron a fabricar, en sus factorías de L’Hospitalet, 2500 unidades anuales a finales de los años sesenta.


La liberalización del mercado y la llegada de motocicletas extranjeras, principalmente BMW, arrinconaron las posibilidades de la paisana Sanglas que finalmente desaparece el 5 de Abril de 1989. Sus instalaciones fabricaran desde entonces motocicletas Yamaha.


martes, 11 de marzo de 2014 0 comentarios

Yukio Mishima-Inhikawa Goémon




Al borde del largo paseo de grava se deslizaba una zanja de agua viva, donde unas magníficas algas se doblaban al capricho de la corriente. Muy pronto la famosa “Puerta Monumental” nos cerró el camino y la vista del paisaje.
Ni un alma habitaba el interior del templo. Sobre el nuevo verdor de la fronda resaltaba el esplendor de las tejas de la pagoda, semejantes a gigantescos libros inclinados que mostraran solamente sus lomos color de plata vieja. Realmente ¿qué sentido podía tener la guerra en un momento como aquél?. En ciertos lugares, en ciertos momentos, la guerra se me antojaba un extraño fenómeno físico que sólo existía dentro de la conciencia humana. Fue tal vez desde lo alto de esta puerta que, tiempo atrás, con un pie sobre el petril, el ladrón Ishikawa Goémon había contemplado las flores de los cerezos extendiéndose bajo él hasta perderse de vista.

El pabellón de oro. Yukio Mishima.



Ishikawa Goemon nació en 1558. Según la leyenda era un guerrero ninja que robaba a los ricos para dárselo a los pobres, como un Robin Hood oriental, aunque hay muy poca información histórica sobre él. Su fama creció durante el Periodo Azuchi-Momoyama, cuando Oda Nobunaga primero y Toyotomy Hideyoshi después, gobernaron Japón.
Algunas leyendas hacen de él un ninja, alumno de  Momochi Sandayu . Otras historias aseguran que fue un samurai renegado, convertido en ronin, llamado Kuranoshin Sanada.
En 1594, cuando Japón estaba en manos de Hideyoshi -calificado por la leyenda  como un déspota- , Goemon consiguió entrar en el castillo Fushimi, donde vivía e intentó asesinarlo. Según una de las histórias, el ninja-samurai se tropezó con una mesa encima de la cual había una campana. Esta sonó y alertó a los guardias, que le capturaron. Según otra historia, Toyotomi tenía un incensario mágico que le alertó del intruso.
La cuestión es que Goemon cayó prisionero y fue condenado a muerte. Su ejecución fue muy cruel. Condenado a morir hervido en un enorme caldero de aceite hirviendo, dicen que también arrojaron allí a su hijo. Él consiguió mantener a su hijo fuera, alzándolo con sus propias manos, evitándole la muerte horrible que él mismo tuvo… 

 
Y así murió, ejecutado enfrente de la puerta principal del templo de  Nanzenji en Kyoto, el 24 de agosto de 1594.

sábado, 1 de marzo de 2014 0 comentarios

Gatsby-Trimalción-F.Scott Fitzgerald



Todo lo que dijo, incluido su espantoso sentimentalismo, me recordaba algo: un ritmo esquivo, un fragmento de palabras olvidadas que había oído no se donde, hacía mucho. Una frase trató de tomar forma en mi boca y mis labios se abrieron como los de un mudo, como si se les resistiera algo más que un asustado soplo de aire. Pero no emitieron ningún sonido, y lo que había estado a punto de recordar se convirtió en incomunicable para siempre.
Un sábado por la noche, cuando la curiosidad sobre Gatsby había llegado al máximo, no se encendieron las luces de su casa y, de modo tan oscuro como había empezado, acabó su carrera como Trimalción. Solo poco a poco me di cuenta de que los automóviles que con expectación tomaban la curva en el camino de entrada apenas se detenían un instante y luego se alejaban disgustados.

El gran Gatsby. Francis Scott Fitzgerald. 


Cuenta Petronio que en la Roma de Nerón había un esclavo que daba tan buenos consejos de negocios a su amo que éste decidió premiarlo con la libertad. El liberto, llamado Trimalción, siguió haciendo buenos negocios por las suyas y se enriqueció de tal manera que lo celebró con un banquete al cual invitó a todos los amigos de su viejo amo ya muerto. La mitad no lo conocía, pero acudió igual. El banquete fue fastuoso, orgiástico, incluso para los parámetros de la Roma de Nerón. A lo largo de la noche los invitados fueron dando rienda suelta a su envidia hasta terminar destrozando todo y prendiéndole fuego la casa. Entre las ruinas se encontró el cuerpo exánime de Trimalción.



 
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