Esas dos figuras labradas a golpes, tan unidas que resultan una, le recuerdan sus propias tallas rústicas en palos y raíces. Cuando era pastorcillo, arriba en la montaña, tiraba de navaja a la sombra de un castaño y a fuerza de tajos y cortes iba sacando algo, una cabeza con cuernos, un silbato, un perro, una mujer bien tetuda en la que no olvidaba la marcada incisión entre las piernas… Una vez le salió el padre del Cantanotte; le reconocieron por la joroba y le valió una paliza del rabadán, aunque fuera sin intención: ¿cómo iba él a sospechar siquiera rencillas de años más tarde? Solo que la raíz aquella tenía un muñón saliente en el sitio justo. Quizás salió de un aojamiento que alguien le quiso hacer al viejo Cantanotte.Pero ahora no se trata de un tosco palitroque, sino de un mármol considerable. Se asombra: un escultor digno de los guerreros con las mazas; nada de pequeñeces. La impresión crece en el viejo: aquel artista fue de su mismo temple. Por eso ansía comprender mejor; ¿Qué labró en ese roca, que nos quiso decir?... Ese personaje en pie, con redondo casco y manto, sosteniendo a un hombre desnudo cuyas rodillas se doblan en el desmayo o en la agonía… ¿Qué misterio encierra?Para desvelarlo el viejo lee el rótulo, pero agita incrédulo su cabeza: Michelangelo. Pietà Rondanini, reza la placa.
La sonrisa etrusca. José Luis Sampedro.
La Piedad Rondanini es la última
obra del escultor, como se puede observar, inacabada. Miguel Ángel siempre tuvo
tendencia a no terminar sus obras. Pero ésta la abandonó por causa mayor:
mientras la estaba realizando, y a los 89 años de edad, sufrió una apoplejía a
los pies de su escultura y falleció unos días más tarde.
En ella quiso, a través de un tema ya tratado previamente, representar un esquema inusual del mismo, presentando las figuras de Cristo y la Virgen en pie, con ésta última tratando de sujetar con fatiga el cuerpo del hijo muerto entre sus brazos. Muchos autores han querido observar en ella el mismo dolor que experimentó al darlo a luz, reflejando en este acto el sufrimiento de la Madre en ambos momentos, como si el Hijo del Padre volviera a salir de sus entrañas.
En ella quiso, a través de un tema ya tratado previamente, representar un esquema inusual del mismo, presentando las figuras de Cristo y la Virgen en pie, con ésta última tratando de sujetar con fatiga el cuerpo del hijo muerto entre sus brazos. Muchos autores han querido observar en ella el mismo dolor que experimentó al darlo a luz, reflejando en este acto el sufrimiento de la Madre en ambos momentos, como si el Hijo del Padre volviera a salir de sus entrañas.
La Piedad Rondanini es un conjunto “non
finito”, misterioso, del que deja constancia un alumno del maestro Buonarroti,
Daniele da Volterra, en una carta de 1564 enviada a Giorgio Vasari. También,
tras la muerte del maestro florentino en el inventario de sus bienes en el que
se cita una escultura “compuesta de un Cristo y otra figura encima, esculpidas
juntas, esbozadas, pero no terminadas”.
El grupo escultórico fue donado,
mientras lo estaba realizando a su criado, Antonio del Francese, y más tarde se
perdió la pista del mismo hasta que fue encontrado en un registro de los bienes
del Marqués Rondanini a principios del siglo XIX en Roma. Y en la segunda mitad
del siglo XX, fue adquirido por el Ayuntamiento de Milán para el Castello
Sforza.
Según los conservadores del Museo
de Arte Antiguo del Castillo Sforzesco, Miguel Ángel esculpió el Cristo
demasiado echado hacia delante con la cabeza separada de la de la Virgen en una
primera fase de su ejecución, que testimonia el brazo izquierdo sobre la
rodilla. Este arrepentimiento lo corrige en una segunda fase en la que hizo más
fino el busto con el propósito de unirlo a la figura de María.
La escultura se sustenta sobre
una base que es un ara funerario romano de fines del siglo I d.C y que
representa las efigies de los esposos Marco Antonio y Giulia Filomena Asclepiade.
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