jueves, 19 de diciembre de 2013 0 comentarios

Felipe Romero-Mártires-El segundo hijo del mercader de sedas.



"Era casi de noche cuando llegamos al Realejo, yendo yo casi desfallecido, doblado sobre el burro y tanto era así que al iniciar la subida de la cuesta de la Antequeruela, uno de los frailes, caminando a mi lado, iba sujetándome con sus manos, mientras el otro, por delante, tiraba del ronzal del jumento. Llegamos al campo de los Mártires a cuyo final un farolillo alumbraba la puerta del convento. Entre los dos lograron hacerme descabalgar, teniendo que pedir ayuda a otro fraile para entre los tres meterme dentro, casi a rastras. En modo alguno podía tenerme en pie, habiendo vomitado sobre mis propios vestidos el poco alimento que me habían dado.
Así llegué y así fue como entré en el Carmelo, donde aún sigo, en la noche estrellada de un veintitrés de abril de 1609, cuando mis padres y mi hermano mayor estaban llegando al mar para coger el barco que los llevaría a Italia para siempre. Mi primera noche solo en Granada, a mis veintiséis años recién cumplidos, en el convento de los Mártires, del que fuera prior el místico fray Juan de la Cruz, adonde dos de sus frailes, por caridad, habían llevado, al encontrarlo, tirado y desfallecido, solo y perdido, como una piltrafa, como un guiñapo, al descendiente del que fuera sultán de este reino de Granada, el moro Ciriza Sa’d ibn Ali, de la gloriosa dinastía nasrí."

El segundo hijo del mercader de sedas. Felipe Romero. 


Al poco de la reconquista de la ciudad y de la liberación de los cautivos cristianos en las mazmorras alhambreñas, la reina Isabel mandó construir en la parte más alta de la loma de Ahabul, una ermita dedicada a los cristianos que en este lugar perecieron. Fue erigida con el titulo de los Santos Mártires. El edificio, de amplias proporciones, se levantó con traza gótico-mudéjar, muy común en esa época, cubierto por una armadura igualmente mudéjar. Lo más sobresaliente de la ermita era  su retablo compuesto por diferentes pinturas en tablas que mostraban un crucificado, un descendimiento y varias escenas sobre cautiverios y martirios de santos: la lapidación de San Esteban, la degollación de San Hermenegildo, el asaeteado de San Sebastián, el cautiverio de San Marcelo Papa, la liberación de San Pedro y la de varios mártires franciscanos fallecidos en esta colina.
En 1567 llega la orden carmelita a Granada instalándose en una casa de pequeñas dimensiones en la Cuesta de Gomerez. Su incomodidad haría que al poco tiempo los monjes hicieran numerosas gestiones para trasladarse a otro lugar. El capitán general del Reino de Granada y alcaide de la Alhambra, el conde de Tendilla, les animó y apoyó para que se instalasen en  dicha ermita. Finalmente, en 1573, se llegaría a un acuerdo con el cabildo de la capilla real para que el prior,  Fray Baltasar de Jesús Nieto, junto al número limitado de tres monjes, aunque luego se aumentaría a treinta, ocupasen el llamado Campo de los Mártires.  Bastantes penurias pasarían en sus primeros años en este lugar puesto que a la falta de espacio, todos los monjes estaban instalados en las pequeñas dependencias de la casa del capellán, se le unía la falta de recursos económicos y de abastecimiento de agua a causa de un conflicto con el cabildo de la Capilla Real. En varias ocasiones pensaron marcharse del lugar detenidos por la persistencia del conde de Tendilla hasta que el 31 de Mayo de 1579 los terrenos fueron independizados de la capellanía real y adscritos al Rey Felipe II quien tres años antes les había concedido mediante Real Cédula dos reales de agua para su abastecimiento. 
 En 1587 se construyó un acueducto que traía el agua del Generalife y un gran estanque, todavía conservados. En este tiempo fue prior del convento de 1582 a 1588 el místico abulense San Juan de la Cruz. En su estancia en Granada completaría algunas de sus obras maestras como “Cantico Espiritual”, “Llama de Amor Viva”, “Subida del Monte Carmelo” y “Noche Oscura del Alma” de la que se dice que se inspira en el paisaje que el santo pudo contemplar desde el Campo de los Mártires. 
 Entre 1614 y 1620 se levanta un nuevo convento más espacioso para el cual serían derribadas las anteriores celdas. Su construcción, como la del anterior edificio, seria acometida por los propios frailes. Las dependencias de los monjes se disponían  en torno a dos patios, el primero, hermosamente decorado, fue modelo para posteriores conventos carmelitas  de toda la geografía española. El claustro se organizaba en torno a una fuente central rodeado por arcadas de veinte columnas y galerías abovedadas. El segundo era más austero en arquitectura pero más agraciado en panorámica pues desde el mismo se podía observar la vega y la sierra.
 Con la invasión napoleónica de  1810 fueron expulsados los frailes y utilizado como cuartel, fortificándose la colina y enlazando las murallas con las de la Alhambra. Tras la marcha de los franceses fue usado como pabellón de inválidos y posteriormente exclaustrado en 1835. Solamente siete años más aguantaría en pie el edificio hasta que fue finalmente demolido en 1842. (Del blog "El último Reino)




jueves, 12 de diciembre de 2013 0 comentarios

El Extranjero-Camus-Guillotina



Me veía obligado a comprobar también que hasta aquí había tenido sobre estos temas ideas que no eran acertadas. Durante mucho tiempo (no sé por qué) creí que para ir a la guillotina era necesario subir a un cadalso, trepar por escalones. Creo que fue por la Revolución de 1789, quiero decir, por todo lo que me habían enseñado o hecho ver sobre estos temas. Pero una mañana recordé que había visto una fotografía publicada por los periódicos con motivo de una ejecución de resonancia. En realidad, la máquina estaba colocada en el suelo mismo, en la forma más simple del mundo. Era mucho más angosta de lo que yo creía. Era bastante curioso que no lo hubiese advertido antes. La máquina me había llamado la atención en el clisé por su aspecto de obra de precisión, concluida y reluciente. Uno se forma siempre ideas exageradas de lo que no conoce. Ahora debía comprobar, por el contrario, que todo era muy sencillo; la máquina está al mismo nivel del hombre que camina hacia ella. El hombre se reúne con ella tal como camina al encuentro de una persona. En cierto sentido, también esto era fastidioso. La subida al cadalso, con el ascenso en pleno cielo, permitía a la imaginación aferrarse. Mientras que aquí la mecánica aplastaba todo: mataban a uno discretamente, con un poco de vergüenza y mucho de precisión.
El extranjero. Albert Camus.

 

La última ejecución pública en Francia, el 17 de junio de 1939.
El reo era Eugène Weidmann, alemán de nacimiento, delincuente habitual. Llevó a cabo diversos asesinatos y secuestros.
La guillotina fue instalada en el exterior de la prisión de Saint-Pierre, en Versalles. Las crónicas dicen que el comportamiento histérico de los espectadores fue tan escandaloso que el presidente Albert Lebrun prohibió que las ejecuciones futuras tuvieran lugar en público.
El guillotinamiento de Weidmann fue filmado de modo subrepticio desde un apartamento próximo.
El actor británico Christopher Lee, que tenía entonces 17 años, fue testigo del ajusticiamiento.

lunes, 2 de diciembre de 2013 0 comentarios

Steinbeck-Charlestón-Ira.

"Más adelante, junto a la carretera, un sauce esmirriado y polvoriento proyectaba una sombra salpicada de manchas. Joad podía verlo delante de él, las pobres ramas curvadas sobre la carretera, las ralas hojas como pingajos, igual que un pollo que está mudando las plumas. Aora Joad estaba sudando, la camisa azul más oscura por la espalda y debajo de los brazos. Tiró de la visera de su gorra y la arrugó or el centro, rompiendo el cartón completamente; no volvería a parecer nueva. El ritmo de sus pasos se aceleró con la determinación de llegar a la sombra del distante sauce. Sabía que allí habría sombra, por lo menos un franja de sombra perfecta proyectada por el tronco, pues el sol ya había pasado el cenit. El sol le azotaba el cuello por detrás y zumbaba suavemente en su cabeza. No podía ver la base del árbol porque crecía en una pequeña hondonada que consevaba el agua más tiempo que la tierra llana. Joad aceleró el paso, bajo el sol, e inició el descenso por el declive. Frenó con cautela al ver que la franja de sombra perfecta estaba ocupada. Había un hombre sentado en el suelo, apoyado contra el tronco del árbol, con las piernas cruzadas y un pie descalzo llegando casi a la altura de la cabeza. No oyó aproximarse a Joad porque estaba silbando la melodía de "Yes, Sir, That's my Baby" solemnemente. El pie estirado marcaba el lento ritmo arriba y abajo."

Las uvas de la ira. John Steinbeck.



El charlestón es una variedad del foxtrot, que hizo furor en Estados Unidos durante la década de los 20.
Este baile se origina en 1903, como una danza folclórica negra, en Estados Unidos, específicamente en Charleston, Carolina del Sur. Comenzó a practicarse en los años 1920, como una forma de diversión y distracción después de la Primera Guerra Mundial. El charleston también fue conocido como Hit-hat.
El Charleston se convirtió en una moda y tuvo gran importancia en Europa, a raíz de su presentación en el musical negro "Running Wild", en 1923. Fue un ritmo, y también un símbolo, que caracterizó una época de despreocupación. El Charleston llegó a ser tan popular en Europa, que casi el 80% de la población lo practicaba y disfrutaba.
A partir del año 1927, el Charleston comenzó a decaer, llevándose consigo uno de los bailes más extravagantes y conocidos hasta esa fecha.

miércoles, 27 de noviembre de 2013 0 comentarios

Murakami-Liszt-Le Mal du Pays


“La imagen de Shiro tocando esa pieza le vino a la mente de una forma sorprendentemente nítida, casi palpable. Era como si aquellos hermosos instantes se hubieran rebelado contra la opresión del tiempo y hubiesen remontado el cauce con firmeza.
El piano de cola Yamaha en la sala de estar de la casa de Shiro. Un piano siempre bien afinado, lo cual hablaba de la escrupulosidad de Shiro. Su superficie pulida, sin una sola mancha, ni siquiera una huella. La luz vespertina que entraba por la ventana. La sombra de los cipreses del jardín. Las cortinas de encaje mecidas por el viento. La tetera sobre la mesa. Su cabello negro, bien recogido por detrás, y la mirada seria, concentrada en la partitura. Sus diez largos y bellos dedos deslizándose sobre el teclado. Los pies, precisos al pisar los pedales, dotados de una fuerza que uno nunca habría sospechado en la Shiro de cada día. Y sus pantorrillas, blancas y suaves como piezas de cerámica vidriada. Cuando le pedían que tocase algo, solía interpretar aquella pieza. Le mal du pays. La tristeza, sin razón aparente, que la contemplación de un paisaje bucólico despierta en el alma. Nostalgia, melancolía.
Prestó atención a la música con los párpados entornados, y sintió una opresión desgarradora en lo más hondo del pecho. Parecía que, sin darse cuenta, hubiera tragado un pequeño fragmento de nube sólida.”

Los años de peregrinación del chico sin color. Haruki Murakami.


Le mal du pays es una pieza integrada en la Suite 160 de Franz Liszt, revisada por él, y que formó parte del Album d'un voyageur, compuesto entre 1835 y 1836.

Si en la aclamada historia que le diera fama mundial, Norwegian Wood (Madera noruega), el escritor nacido en Kioto el 12 de enero de 1949 le había pedido prestado el título a Los Beatles, ahora echa mano de Franz Liszt (1811-1886) y su Années de Pèlerinage (Años de peregrinaje), un conjunto de tres suites para piano solo (26 piezas en total) que le llevó 40 años componer al célebre pianista húngaro. De esas piezas, Murakami elige “Le mal du pays”, una partitura que desencadena la historia y que constituye algo mucho más importante que una simple referencia musical en la novela protagonizada por el solitario amante de los trenes Tsukuru Tazaki.
lunes, 18 de noviembre de 2013 1 comentarios

Simonini-Praga-Judíos




“Volví a la biblioteca, pero esta vez en París, donde podía hallarse mucho más que en Turín, y encontré otras imágenes del cementerio de Praga. Existía desde la Edad Media, y en el transcurso de los siglos, como no podía expandirse fuera del perímetro permitido, superpuso las tumbas -cubrirían quizá cien mil cadáveres-, y las lápidas se aglomeraban casi la una contra la otra, oscurecidas por las copas de saúcos, sin ningún retrato que las suavizara porque los judíos tienen terror de las imágenes. Quizá los grabadores habían quedado fascinados por el lugar y habían exagerado al crear semejante setal de piedras, cual arbustos de un páramo plegados por todos los vientos; ese espacio parecía la boca abierta de una bruja desdentada. Pero gracias a algunos grabados más imaginativos que lo retrataban bajo una luz lunar, quedome claro de inmediato el partido que podría sacarle a esa atmósfera de sábado, si entre las que parecían losas de un suelo que se hubieran levantado en todas las direcciones a causa de un movimiento telúrico, hubiera colocado, curvados, embozados y encapuchados, con sus barbas grisáceas y caprinas, a unos rabinos que confabulaban, inclinados también ellos como lápidas en las que se apoyaban, para formar en la noche una selva de fantasmas encogidos. Y en el centro estaba la tumba del rabino Löw, que en el siglo XVII creo el Golem, criatura monstruosa destinada a vengar a todos los judíos.”
El cementerio de Praga. Umberto Eco.



 

En el viejo cementerio judío de Praga no hay lujosos panteones, ni monumentos de costosos mármoles, no hay flores, ni adornos, ni cruces, ni estatuas… allí solo encontraremos miles de lápidas amontonadas sin orden ni concierto, como si en un juego macabro hubiesen sido colocadas azarosamente por manos invisibles en lejanas noches oscuras y silenciosas.
Viendo el reducido espacio del cementerio, no nos salen las cuentas cuando nos dicen que allí hay enterrados más de cien mil judíos. En cambio, en el camposanto tan solo hay unas doce mil lápidas. Esto se debe a que el cementerio se les quedó pequeño y los judíos, sin la posibilidad de ampliarlo, tuvieron que recurrir a realizar los nuevos enterramientos sobre los ya existentes, añadiendo capas de tierra una y otra vez. En algunos lugares del cementerio se pueden contabilizar hasta once enterramientos unos sobre otros. Motivo también del aparente desorden de las lápidas.


El poeta y erudito Avigdor Karo fue la primera persona enterrada en este lugar, allá por el año 1439 y permaneció activo hasta 1787, cuando fue clausurado definitivamente con la tumba de Moses Beck. Cientos de nombres célebres descansan en este lugar, como el sabio del Renacimiento, historiador, matemático y astrónomo David Gans (d. 1613), o el erudito e historiador José Salomón Delmedigo (d. 1655), y el rabino y coleccionista de manuscritos y libros impresos en hebreo David Oppenheim (m. 1736). Aunque sin duda el más conocido de todos es el gran erudito y maestro religioso Judá Loew ben Bezalel, conocido como el rabino Loew (d. 1609), que se asocia con la leyenda del Golem, un muñeco de barro creado por Loew para defender a los judíos de Praga, pero que enloqueció y no pudo cumplir su tarea.


martes, 5 de noviembre de 2013 0 comentarios

Chancillería-Felipe II-F. de P. Villareal.



Uno de los ilustres descendientes del famoso Hernán Pérez del Pulgar, de igual nombre que aquel, y que, como todos sus antepasados llevaba como el mayor título de su antigua nobleza el señorío del Salar, cansado de la vida de la corte, y de sus diarios oficios cerca del rey D. Felipe II, decidió emprender una corta excursión a Granada para conocer toda la belleza monumental de esta ciudad y poder, asimismo, visitar su casa y castillo solariegos, pudiendo después volver a Madrid ya tranquilo de conocer el sitio donde su valiente abuelo había  alcanzado el honroso título de guerrero de la Hazañas.
Visitó detenidamente la Alhambra y el Generalife, los otros palacios que aún quedaban en pie, y la casa donde vivió Pulgar en Granada, y ya iba a marchar al Salar, para de allí dirigirse a la corte, cuando uno de sus parientes que a todas partes le acompañaba, le significó la idea de que también visitara la Chancillería, recientemente construida.




Gustosísimo aceptó la idea el señor del Salar. Se dirigieron a la Plaza Nueva, y desde luego pudieron admirar la grandiosidad de aquella obra con solo reparar en la fachada y leer la inscripción en ella colocada, que revelaba a todas luces el gran respeto que la justicia le inspiraba a Felipe II.
Atravesaron el dintel, y notó el señor del Salar con extrañeza, que la escalera contrastaba notablemente con toda la grandiosidad del palacio; pero su deudo le explicó aquella diferencia por no haberse concluido el edificio y haberse retirado de Granada los mármoles a la escalera dedicados, para ser trasladados a Castilla, y que sirviesen, con otros, para la edificación del Escorial.
Una vez en los corredores altos, vieron estaba celebrándose audiencia, y cual si fuere la cosa más natural del mundo, penetró D. Fernando Pérez del Pulgar en la sala donde se celebraba la vista pública de un proceso, sumamente distraído, reparándolo todo y sin descubrirse ante los oidores que presidían el tribunal.
Todos se escandalizaron de semejante proceder. Los ujieres quedaron como petrificados ante tanta audacia, y el presidente, ciego de cólera, viendo la serena actitud del caballero le reprendió duramente, ordenándole se descubriese.
Este, con tranquila calma manifestó su extrañeza por esta exigencia, invocando su privilegio de ser caballero cubierto ante el rey, y sin descubrirse, salió sereno de la sala de audiencia, demostrando con su calma que se creía muy superior a los representantes de la humana justicia.
En el interín, los oidores suspendieron la visita. Deliberaron sobre la altanera actitud del señor del Salar y le impusieron una multa, cuyo pago se le exigió aquella misma tarde.
Pero él, alzándose de aquel acuerdo para S.M., marchó precipitadamente a Madrid, sin ver siquiera sus posesiones del Salar, pidió en el acto audiencia al rey, y contándole el caso, que lo creía abuso de autoridad en la Chancillería, obtuvo de Felipe II esta solemne respuesta:

-Eres caballero cubierto delante de mí, pero no lo eres, ni nadie lo será nunca, en presencia de la sacratísima justicia que representan en Granada mis oidores. Paga la multa que te han impuesto, y sirva para concluir la escalera de aquel edificio.

Nada replicó el señor del Salar. Pagó la multa, y cuando pasados algunos años volvió a Granada para conocer sus propiedades, fue a ver también la escalera de la Chancillería, a su costa terminada.  

El Libro de las Tradiciones de Granada. Francisco de P. Villa-Real.

 


domingo, 27 de octubre de 2013 2 comentarios

Dar Al-Horra-Eslava Galán-Orbán



“Nuevamente se separaron los dos enamorados. Una criada de Comixa llevó a Isabel a la casa de la Horra.
La reina madre no vivía en la Alhambra, sino en un palacete en las laderas del Albaicín, “la Casa de la Horra”. No presentaba por fuera grandes apariencias, más bien se confundía con la abigarrada arquitectura circundante, pero dentro tenía un patio amplio con estanque rodeado de arrayanes y una gran sala con fuente de mármol que en invierno permanecía muda, la venera seca y disimulada con almohadones. La Horra era friolera. Las estancias, separadas por gruesos tapices que evitaban las corrientes de aire, se calentaban mediante braseros que los esclavos mantenían encendidos todo el día. Olía el aire a alhucema e incienso y a palo de olor”

El mercenario de Granada. Juan Eslava Galán.





El palacio de la Dar al-Horra, declarado Bien de Interés Cultural, está situado en el histórico barrio granadino del Albayzín, en concreto entre los actuales callejones de Las monjas y del Gallo.

Es uno de los mejores ejemplos de arquitectura nazarí y fue construido en el último tercio del siglo XV en la llamada «huerta alta de la Alcazaba antigua». Este lugar era parte de los terrenos que ocupó el alcázar del rey Badis (s. XI). El solar en el que se construyó el edificio debe su nombre al tratamiento honorífico que recibían las mujeres de la realeza musulmana. De hecho, fue adquirido hacia 1448 por Fátima, futura esposa de Muley Hacén y madre de Boabdil que lo utilizó como residencia tras ser repudiada por su esposo, quien tomó como primera esposa a la esclava cristiana Isabel de Solís que más tarde sería conocida con el nombre de Zoraya.

En 1492 los Reyes Católicos recibieron, junto con las llaves de la ciudad, todas las posesiones de la familia real nazarí, entre ellas el palacio de la Dar al-Horra, que fue cedido a Hernando de Zafra, secretario de la corona. Hernando comenzó a construir un convento en los solares aledaños al palacio, pero la reina Isabel reclamó dichas propiedades para fundar cenobio en su honor y que hoy conocemos bajo la advocación de Santa Isabel la Real. El edificio estuvo en manos de la orden franciscana hasta que a principios del siglo XX el arquitecto y restaurador Leopoldo Torres Balbás inició los trámites para que el Estado adquiriese éste y otros edificios nazaríes de la misma época con el fin de preservarlos. El edificio se estructura según la tipología mediterráneas de crujías alrededor de un patio. El acceso actual se hace por la fachada oeste a través de un jardín, muy probablemente, plantado en la reestructuración que sufre el edificio en el siglo XIX, y un pasillo recto cercano a la crujía sur. Se sabe que esta no es la entrada original ya que esta tipología residencial se caracterizada por una entrada en recodo. Dicha entrada se encontrada en la misma fachada, pero en el extremo norte. Hoy día puede verse la traza de esta puerta en el muro del jardín.

Ya en el interior, alrededor del patio, encontramos cuatro alas, las fachadas norte y sur a pesar de ser las menores, son las más destacables tanto por su altura como por su decoración. Ambas cuentan con un acceso a través de arcada triple y salas de doble altura. Las crujías este y oeste son de menor altura y notoriedad, muy probablemente estarían destinadas a estancias secundarias propias del servicio.

El patio es rectangular y presenta una alberca con fuente a los pies de la arcada meridional. En su origen la alberca estaba descentrada pero en las restauraciones del siglo XX se alineó con el eje de las fachadas menores . Debajo de los aleros que vierten sus aguas hacia el patio, se conservan frisos de madera con epigrafía árabe. En estas inscripciones, Almagro Cárdenas localizó pasajes del Corán.

La crujía sur está formada por una única sala a la que se accede por una arcada triple de arcos angrelados sobre columnas de mármol blanco. Dicha arcada da acceso a una sala subdividida en dos zonas diferenciadas gracias a su techo y que las franciscanas usaban de capilla para la enfermería del convento, por ello existe una puerta a sus pies que comunicaba antes con el edificio de las religiosas. La zona principal está cubierta por una armadura a cuatro aguas con decoraciones en los arranques y centro apeinazado. La zona destinada al atar de la capilla se presenta una armadura ochavada sobre pechinas rica en decoración de lazo y policromía.

El pórtico norte tiene dos plantas y sigue en su piso bajo la tipología del meridional pero con capiteles cúbicos de distinta factura. Tanto esta arcada como la meridional no son originales ya que sufrieron fuertes cambios a lo largo de los siglos XVIII y XIX. En la planta baja tiene una sala principal con alhanías a los lados, siguiendo el modelo musulmán de residencia nobiliaria. La armadura de las salas es plana. Este alfarje conserva decoraciones originales de epigrafía y ataurique. Lo más destacable de este espacio es el mirador que encontramos en el centro de la estancia principal, que tiene su homólogo en la planta superior. Dichos miradores han sido modificados y actualmente presenta ventanas geminadas con arcadas menores sobre ellas en su muro principal y arcos angrelados en los laterales. A la planta superior se accede por una estrecha escalera situada en la esquina noreste del patio. En este segundo piso se repite la disposición de sala con alcobas laterales. Cabe destacar en este espacio sus armaduras, tanto la principal como la del mirador son a cuatro aguas y ricas en decoración vegetal pintada. Las yeserías del arco de entrada conserva las tacas originales típicas del arte nazarí.

Siguiendo las escaleras podemos acceder al torreón situado en esta fachada, ha sido muy modificado debido al lamentable estado de conservación en el que llegó al siglo XX pero esto no desmerece las vistas que desde él podemos disfrutar. Es posible hacer una panorámica de toda Granada, desde el monte de San Miguel con su ermita hasta la colina de la Sabica coronada por la Alhambra y desde las murallas ziríes que bajan a la medina cristiana hasta los llanos de la Vega granadina.
jueves, 10 de octubre de 2013 0 comentarios

Yosef ibn Nagrella-Felipe Romero

"No estoy dispuesto a que pase más tiempo sin empezar a escribir la historia de mi abuelo Samuel y de su hijo Yosef, mi padre. Hermosa y bella historia la de ambos, que terminó hace unos veinte años, cuando a mi padre se le separó la cabeza del cuerpo, atada a la cola de un caballo que recorrió durante más de tres horas todas las calles de Granada. Mi abuelo hacía diez años que había muerto y no pudo ver el final de los Nagrella en la capital del reino, pero yo sí que lo vi todo y desde luego al principio, y todavía, no me lo he podido creer. Aquel pedazo de hombre, con más de diez arrobas de peso, que era capaz de derribar un toro de un solo puñetazo en el testuz, que tiraba la lanza a más de quince varas acertando siempre en el blanco, que a diario despachaba con el rey y que luego por la noche con él y otros principes, hasta la madrugada, eran capaces de recitar poemas, entonar canciones, tañer vihuelas y retozar en las alfombras con mujeres de tres razas distintas, y cuando amanecía él se iba tan fresco al frente de los soldados. Sí, a aquel pedazo de hombre que era mi padre, lo vi yo luego en la tarde del día 9, un sabat, del mes de tehet del año 4827 -un sábado, 30 de diciembre de 1066 para los cristianos-, partido en dos, ya solo la cabeza atada a la cola del caballo, pues el resto del cuerpo se había ido quedando por el suelo de las calles. Entonces y aún así sus ojos verdes irradiaban firmeza y decisión, y los llevaba abiertos pues no quería dejar de ver a Granada"

El mar de bronce. Felipe Romero.



Yosef ibn Naguid, hijo de Samuel ibn Naguid, le sucedió, cuando contaba 21 años, en su cargo de visir del rey zirí de Granada, Badis Ibn Habbus. Recibió una esmerada educación, supervisada por su padre y adquirió un perfecto conocimiento de la lengua y la literatura árabe. Seadyah ibn Danan lo cita entre los cuatro grandes gramáticos hebreos del siglo XI, al lado de Levi (Abu-Fahm) ben Yaaqob ibn al-Tabban, Yonah ibn Yanah y Yehudah Hayyuy. Realizó una buena organización de la administración del Estado Zirí y llevo a cabo una excelente política exterior: estableció relaciones con otros estados musulmanes hostiles al reino de Sevilla (el enemigo más peligroso para los Ziríes de Granada) a los que prestó un eficaz apoyo. Simultaneó su labor política con la literaria y el estudio de la Toráh. Compuso y enseño poemas hebreos; en 1044 (según su propio testimonio) comenzó a reunir y ordenar los poemas de su padre, a la vez que componía los suyos propios. No tuvo en cambio la prudencia de su padre para hacerse respetar por la población granadina: se rodeó de agentes y oficiales beréberes, así como de ricos comerciantes judíos, a los que favoreció. Por lo que se ganó las antipatías populares por su partidismo militante a favor de Badis y contra Buluggin Sayf al-Dawla, ambos hermanos y el segundo padre de Abd Allah. La muerte por envenenamiento de Buluggin después de haber asistido a una fiesta en su casa, el temor a una intervención militar de los abbadíes sevillanos, las intrigas palaciegas y una amplia campaña difamatoria hicieron caer en desgracia a Yusuf, originándose un pogromo el día 30 de diciembre del año 1066, en el cual él fue asesinado, juntamente con alrededor de cuatro mil judíos más.
viernes, 20 de septiembre de 2013 0 comentarios

García Márquez-Apolo-Praxíteles.




“ A las diez de la noche, tembloroso y con los labios mordidos para no llorar, fui cargado de cajas de chocolates suizos, turrones y caramelos, y una canasta de rosas ardientes para cubrir la cama. La puerta estaba entreabierta, las luces encendidas y en el radio se diluía a medio volumen la sonata número uno para violín y piano de Brahms. Delgadina en la cama estaba tan radiante y distinta que me costó trabajo reconocerla.
Había crecido, pero no se le notaba en la estatura sino en una madurez que la hacía parecer con dos o tres años más, y más desnuda que nunca. Sus pómulos altos, la piel tostada por soles de mar bravo, los labios finos y el cabello corto y rizado le infundían a su rostro el resplandor andrógino del Apolo de Praxíteles. Pero no había equívoco posible, porque sus senos habían crecido hasta el punto de que no me cabían en la mano, sus caderas habían acabado de formarse y sus huesos se habían vuelto más firmes y armónicos.”

Memoria de mis putas tristes. Gabriel García Márquez.


 El Apolo Sauróctono de Praxíteles presenta una iconografía difícil de explicar. ¿Por qué el dios, jovencillo, se entretiene despreocupadamente en matar un lagarto? Sería una burla pensar en una versión diminuta de la serpiente Pitón, y no parece que Apolo, defensor contra todas las plagas campestres, desde los lobos hasta las langostas, tuviese mucho que hacer contra animal tan inocente. Sea como fuere, la obra es de una novedad plástica impresionante. El suave torso, por vez primera en la estatuaria griega, se desequilibra hasta no poderse sostener por sí solo: la ondulación del cuerpo, estructurada sabiamente por Policleto, y que en la Amazona de Berlín estaba a punto de perder su estabilidad, ahora ya se deshace en una bella curva continua, la curva praxitélica, que un árbol debe soportar. Y el propio árbol, por lo demás, añade, con su lagarto, una dimensión nueva a la estatua: Apolo aparece idealmente inmerso en un paisaje idílico, resumen ideal de los felices campos del Olimpo donde viven los dioses su eternidad placentera. Jamás hasta entonces la absoluta felicidad divina, ésa que le hará decir a Epicuro que los inmortales, para conservarla, se desentienden por completo de los hombres, había sido plasmada de forma tan directa y espontánea. Quien se empeñe en ver en esta obra sólo amaneramiento decadente, sin duda se quedará sólo en la superficie de un profundo enfoque religioso. Y Praxíteles mantendrá ese enfoque toda su vida, acaso porque coincidía con el gusto de quienes le hacían encargos: Sátiros, Afroditas, dioses jóvenes, la cazadora Artemis, componen el feliz repertorio de su fecunda obra.
lunes, 9 de septiembre de 2013 0 comentarios

Carmañola-Dickens-Revolución Francesa.

"En una procesión de pesadilla, abrazando a todos los que se encontraban al paso y señalándoles al héroe, siguieron con él hacia adelante. Y en su vagar y corretear por las calles cubiertas de nieve las enrojecían con el preponderante color republicano como las habían enrojecido con matiz más oscuro antes de que la nieve las cubriese, hasta que al fin entraron con él en el patio del inmueble donde vivía. El doctor se había adelantado para prevenir a Lucie, y cuando Charles se presentó ante ella, cayó desmayada en sus brazos. 
Mientras Charles la estrechaba contra su corazón y le volvía el hermoso rostro hacia el suyo, a fin de que los labios y las lágrimas pudieran fundirse sin que lo viese la rugiente multitud, unos cuantos manifestantes se pusieron a bailar. Al instante los imitaron todos los demás, y la Carmañola inundó tumultuosamente el patio. Luego entronizaron en el sillón vacante a una joven escogida entre la multitud para ser paseada en andas como Diosa de la Libertad, y finalmente, desbordándose en grandes oleadas por las calles contiguas, y a lo largo de la ribera, y a través del puente, la Carmañola terminó por absorverlos a todos y se los llevó en su torbellino."

Historia de dos ciudades. Charles Dickens.


  


 La Carmañola es una canción revolucionaria francesa, compuesta en 1792 con motivo de la toma de Carmagnola en el Piamonte. Se hizo muy popular durante el Reinado del Terror, que tuvo lugar durante la Revolución francesa. La canción fue introducida por las tropas que regresaban de Italia durante la revolución y daba el apoyo a los republicanos. Es cantada en el tercer acto de la ópera de Umberto Giordano, Andrea Chénier y en el tercer acto de La muerte de Danton de Georg Büchner.
jueves, 22 de agosto de 2013 0 comentarios

J.D.Salinger.



"Eché a andar hacia Broadway, sólo porque sí, porque hacía años que no había estado allí. Además, quería encontrar una tienda de discos que abriera los domingos. Quería comprarle a Phoebe un disco que se llamaba Little Shirley Beans. Era un disco muy difícil de encontrar. Era uno sobre una cría que no quería salir de casa porque le faltaban dos dientes de delante y le daba vergüenza salir. Lo había oído en Pencey. Lo tenía un chico del piso de arriba y traté de comprárselo porque sabía que a Phoebe le volvería loca, pero no quiso vendérmelo. Era un disco estupendo, muy viejo, que esa cantante negra, Estelle Fletcher, había grabado hacía como veinte años. Lo cantaba muy a lo Dixieland y a lo casa de putas y no sonaba nada empalagoso. Si lo cantara una chica blanca, haría que sonara cursilísimo, pero Estelle Fletcher sabía muy bien lo que hacía y era uno de los discos mejores que había oído en mi vida. Pensé que lo compraría en alguna tienda que abriera los domingos y luego lo llevaría al parque. Era domingo y Phoebe suele ir a patinar al parque los domingos. Sabía más o menos dónde encontrarla." 

El guardian entre el centeno. J.D. Salinger. 




 Publicada originalmente en 1945, la obra maestra de Salinger se convirtió inmediatamente en una obra de culto de toda una generación de lectores. La impresionante fuerza con que el adolescente protagonista se mira a sí mismo es de una brillantez sostenida como sólo muy pocos autores pueden lograr. Las peripecias del adolescente Holden Cauldfiel en una Nueva York que se recupera de la guerra influyeron en sucesivas generaciones de todo el mundo. En su confesión sincera y sin tapujos, Holden nos desvela la realidad de un muchacho enfrentado al fracaso escolar, a las rígidas normas de una familia tradicional, y a la experiencia de la sexualidad más allá del mero deseo.


John Hinckley Jr, (que intentó asesinar a Ronald Reagan en 1981) declaró que estaba obsesionado con el libro. Mark David Chapman al matar a John Lennon leyó este libro, hasta que llegó la policía y lo arrestó. En su declaración a la policía tres horas después, Chapman dijo: «Estoy seguro que la mayor parte de mí es Holden Caulfield, el personaje principal del libro. El resto de mí debe ser el Diablo.» 
Treinta años después de su publicación en 1951, El guardián entre el centeno era tanto el libro más prohibido, como el segundo más estudiado como lectura obligatoria en los institutos estadounidenses. En la década de 1990 fue el nº 13 en la lista de libros más leídos en su país según la Asociación de Bibliotecas Estadounidenses y en el año 2005 se mantuvo entre los diez primeros.
martes, 13 de agosto de 2013 0 comentarios

Tariq Alí-Ibn Hamz



-No tiene importancia. Aquella noche lloramos como niños, Zubayda. Si nuestras lágrimas hubiesen estado bien encauzadas, habrían podido extinguir las llamas. Pero de repente me encontré cantando algo que había aprendido en mi juventud. Luego oí un clamor y descubrí que no era el único que conocía los versos del poeta. Este sentimiento de solidaridad me llenó de una fuerza que nunca me abandona. Te digo esto para que comprendas de una vez y para siempre que nunca me convertiré por propia voluntad.

Zubayda abrazó a su esposo y lo beso en los ojos con dulzura.
-         ¿Cómo eran los versos del poeta?
Umar ahogó un suspiro y le susurro al oído:

Podréis quemar el papel,

pero no lo que contiene,

porque lo guardo seguro en mi pecho.

Donde yo voy, va conmigo,

arderá cuando yo arda,

y yacerá junto a mí en la tumba.


Zubayda los recordaba. Su propio tutor, un escéptico nato, le había contado la historia centenares de veces. Los versos pertenecían a Ibn Hazm, nacido quinientos años antes, justo cuando la luz de la cultura islámica comenzaba a iluminar los más oscuros abismos del continente europeo.

La Sombra del Granado. Tariq Alí.




Hijo de un ministro de Almanzor, la caída de la dinastía amirí y la ruina y persecución que a causa de ello sufrió su familia convierten a Ibn Hazm en un inconformista e incómodo intelectual trashumante al que su feroz defensa del legitimismo omeya y su militancia en la escuela literalista zahirí, opuesta a la malikí imperante en al-Andalus, lo hacen indeseable en todos los reinos de taifas y lo sitúan al margen de la ortodoxia. Tras un largo peregrinar plagado de sinsabores y desengaños, entre los que no se puede olvidar la pública quema de sus libros en Sevilla por orden del abbadí al-Mutadid, se retira a su casa familiar de Huelva, donde muere. Poeta, literato, genealogista, historiador, jurista, exégeta, filósofo, polemista, este gran polígrafo es, sin duda, uno de los representantes más significativos y fecundos de la literatura andalusí y un genuino producto de la etapa califal. Destacamos entre sus obras el Fisal, primera historia crítica y comparada de las diversas opiniones religiosas, o su Epístola en elogio de al-Andalus, en la que, con claro sentido autodefensivo, recoge una aguda observación respecto al trato que al-Andalus da a sus sabios: "Lo que ocurre en nuestro país confirma plenamente el proverbio usual: Nadie hace menos caso de un sabio que su propia familia. Yo he leído en el Evangelio que Jesús ha dicho: Nadie es profeta en su tierra".
Pero entre todas sus obras, la que más fama le ha dado en Occidente es El collar de la paloma, traducida a un buen número de lenguas. Obra de juventud, sus treinta capítulos constituyen el más completo tratado sobre el amor y los amantes que se haya escrito en la Edad Media. Algunos de sus capítulos, como los dedicados a describir la esencia del amor o los síntomas que lo acompañan, confirman la universalidad y vigencia de la obra. No menos interesantes son sus alusiones a los personajes que se mueven en torno a los enamorados: el mensajero (safir), relacionado con la celestina o trotaconventos; el espía /guardador (raqib), de clara similitud con el guardador provenzal; el calumniador (wasi) y el censor (adil).


 Quisiera rajar mi corazón con un cuchillo,
meterme dentro de él y luego volver a cerrar mi pecho.
para que estuvieras en él y no habitaras en otro,
hasta el día de la resurrección y del juicio;
para que moraras en él durante mi vida y, a mi muerte,
ocuparas las entretelas de mi corazón en la tiniebla del sepulcro.




sábado, 27 de julio de 2013 0 comentarios

Maalouf-León el Africano-El Cairo.



¿Había que intentar huir a pesar de todo, corriendo el riesgo de que nos cortara el camino una patrulla otomana, desertores mamelucos o alguna partida de salteadores? No me resolvía a ello hasta que me enteré de que el sultán Selim había decidido deportar a Constantinopla a varios miles de habitantes. Se habló primero del califa, de los dignatarios mamelucos y de sus familias. Pero la lista no dejaba de aumentar: albañiles, carpinteros, marmolistas, soladores, herreros, operarios de todas las especialidades. No tardé en enterarme de que los funcionarios otomanos estaban haciendo listas nominales de todos los magrebíes y de todos los judíos de la ciudad para deportarlos.
Yo había tomado ya una decisión. Prometiéndome salir antes de tres días, estaba dando una vuelta por la ciudad para poner en orden algunos asuntos cuando me llegó un rumor; se decía que habían capturado a Tumanbay, traicionado por el jefe de una tribu beduina.
Hasta el mediodía sonaron gritos que se confundían con las llamadas a oración. Cerca de mí, pronunciaron un nombre, Bab Zuwayla. Y era cierto que miles de ciudadanos, hombres y mujeres, jóvenes y viejos, se apresuraban a dirigirse hacia aquella puerta. Los imité.

León el Africano. Amin Maalouf. 




La puerta de Bab Zuwayla también conocida como Bawabbat al-Mitwali (nombre de su periodo otomano), es una de las entradas de la muralla de la ciudad medieval de El Cairo, Egipto. La puerta es un punto de referencia en la ciudad, que da inicio, por el sur, a la calle Al-Mu´izz. Fue construida en el año 969, durante la época Fatimí (dinastía que gobernó entre los siglos XI y XII), y fue administrada y controlada por las tropas bereberes del desierto occidental a los cuales se les llamaba Zuwayla, de ahí Bab Zuwayla, la puerta de los soldados bereberes.


 



martes, 9 de julio de 2013 0 comentarios

Carlos V-Francisco de P. Villareal- Tradiciones.



“Difícil y trabajada era la vida que llevaban los moriscos en Granada desde la conquista de esta ciudad por los cristianos. Más de una vez se les fueron mermando las concesiones y privilegios pactados en las capitulaciones, y más de una vez también las señales del descontento se dejaron sentir en las calles y las plazas.
En la época del Emperador Carlos V, fueron harto frecuentes estas algaradas. Una de ellas, la de Abril de 1526, tuvo, como casi todas, por origen el espíritu de resistencia de los moriscos a las órdenes de la autoridad. Se mandaba a todos los vecinos de Granada engalanar sus casas por la venida del rey emperador y de su esposa, y se prohibía a los conversos salir del Albaicín si no usaban trajes a la usanza española.
Tal medida excitó las iras de cuantos escucharon el pregón. Los cristianos, defendiendo lo mandado por las autoridades, y los moros contradiciéndolo, vinieron a las manos, y allá en lo último de la Carrera de Darro, gran número de muertos dieron testimonio de lo encarnizado de la riña, terminada solo por la intervención del Marqués de Mondejar. 


Al día siguiente entró el emperador en Granada. Encantado de tantas maravillas, no cesaba de vagar por los alrededores de la Alhambra, y contemplando las delicias del alcázar y la perspectiva de la vega, soñaba con los encantos del pasado y deseaba unir su nombre al de los reyes moros de Granada que trazaron tales maravillas.
Su altanero orgullo destruyó el palacio de invierno de los árabes y allí mismo pensó edificar uno que llevase su nombre e inmortalizase su grandeza.


Pero ¿cómo?. Le faltaban fondos para acometer tamaña empresa, y no quería que a su pueblo se le gravase con nuevos impuestos para poder él satisfacer su capricho. Esta y no otra era la causa de su disgusto, cuando al hablar con la emperatriz en el salon de Comarex, le refería continuamente su deseo, y cual si no tuviese otro pensamiento, siempre hacía recaer la conversación en este punto.
Un día se hallaba hablando sobre el particular, cuando, sobresaltado e iracundo, se le presentó el Marqués de Mondejar, pidiendo una orden severa contra la morisma, cada vez más insolente con los cristianos. No vaciló el emperador; la dictó de las más impresionantes que acostumbraba, prohibiendo el uso de trajes, baños, etc., seguro de que de este modo podría hacerles entrar por el camino de la obediencia y el vasallaje.
En efecto: fatal fue para los moriscos el conocimiento de esta orden. Se reunieron secretamente en casa del jefe Abul Aswad, y concertaron recoger entre todos cuantiosas sumas para ofrecerlas al emperador, a cambio de levantar la prohibición de usar el traje árabe. Ochenta mil ducados se reunieron y con ellos el anciano jefe se presentó ante el César, y con entera dignidad le ofreció la cantidad recolectada, producto de cuando les restaba, para lograr de su poder que les permitiese siquiera seguir usando los trajes que acostumbraban.
El emperador, violento en un principio, vio en aquel ofrecimiento una mina para la posible construcción del palacio que había concebido, y aceptando gustoso tan rico presente, anuló la primera cláusula de su anterior bando.
Con dicha cantidad se comenzó a edificar el Palacio del Emperador. Entretanto la desgraciada Haraxa, hija del jefe de tribu Abul Aswad, enloquecía al perder a su adorado Abd-el-Melek, que desprovisto de fortuna al dar, para salvar a su pueblo, todo cuanto poseía, se dio la muerte, precediendo bien poco tiempo a su prometida y a su padre, que no pudieron ver impasibles la grandeza deslumbradora de la corte de Carlos V y la indigente pobreza a la que el destino les condenaba.”

Libro de las Tradiciones de Granada. Francisco de Paula Villareal.





 
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