viernes, 2 de noviembre de 2012

Benedetti-Zeppelin

"Sólo en una ocasión la Playa Capurro, por lo general tan despreciada, se llenó de gente y bicicletas. Fue cuando vino el dirigible. El Graf Zeppelin. Aquella suerte de butifarra plateada, inmóvil en el espacio, a todo el mundo adulto le resultó admirable, casi mágica; para nosotros, en cambio, era algo normal. Más aún, el estupor de los mayores nos parecía bobalicón. Verlos a todos con la boca abierta, mirando hacia arriba, nos provocaba una risa tan contagiosa, que de a poco se fue transformando en una carcajada generacional. Los padres, tios, abuelos, se sintieron tan agraviados por nuestras risas, que los sopapos y pellizcos empezaron a llover sobre nuestras frágiles anatomías. Una injusticia que nunca olvidaremos."
La borra del café. Mario Benedetti.


Ela régimen de Adolf Hitler pretendía seguir demostrando al mundo, en su afán publicitario, sus avances tecnológicos y decidió extender los vuelos del Graf Zeppelin, iniciados en 1932, que cruzaban el Atlántico, desde Alemania a la ciudad brasileña de Recife. La idea era extenderlos hasta Río de Janeiro y Buenos Aires, transportando pasajeros y correspondencia.

En la fría noche del viernes 29 de junio de 1934, los montevideanos salieron a recibirlo, aunque el extraño huésped no pisó suelo uruguayo. Cuando faltaban quince minutos para la medianoche recorrió parte de la Ciudad Vieja y la la Plaz
Independencia, dio varios giros y desapareció rumbo a Buenos Aires. Volvería a visitar Uruguay en mañana del 30 de junio.

Al llegar a Montevideo, el comandante Hugo Eckener envió un saludo al entonces presidente de la República, el dictador Gabriel Terra. Desde la nave se hizo saber que los tripulantes “deploraban las dificultades técnicas, que no les permitían, por esta vez, tocar la tierra de este noble país”. El presidente Terra contestó diciendo: “Al entrar al Uruguay saludo al comandante Eckener, eximio representante de la gran civilización alemana”.

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