domingo, 23 de febrero de 2014 0 comentarios

Novelas del Oeste- Otros tiempos.






…ya no tienes remedio, me has insultado ante todos éstos y no puedes hacerte idea de lo peligroso que es ello. Si, no me mires así. ¡Te voy a matar!
            Forrest, desde la calle, oyó la carcajada de Rock y entró sorprendido y preparado. Conocía a Rock.
            Este decía en ese momento:
            -Estoy observando a todos éstos; deben temerte porque me miran con compasión. Has de tener una fama terrible en este pueblo. ¡Buena sorpresa se van a llevar cuando te vean caer sin vida! Has cometido la torpeza de decir que Kirby estuvo bien muerto.
            Forrest, que oyó esto, gritó
            -¡Eh! ¿Qué estás diciendo? ¿Mataron a Kirby?
            -Sí, Forrest, le asesinó un sargento llamado Strong que ha desertado. Hemos de buscarle.
            -¿Estáis oyendo? – dijo el cow-boy a todos-, son amigos de ese cerdo sudista…
            No pudo terminar lo que quería decir.
            Rock disparó varias veces sobre él.
-         ¡Son sudistas! – exclamaron varios.
Exclamación que les costó la vida.
            Forrest, como un loco, disparó reiteradas veces cubriendo la retirada de Rock.
Al huir se juramentaron para no decir lo sucedido al coronel.

Madera de pistolero. Marcial Lafuente Estefanía.



Hubo un tiempo en el que el kiosko era una biblioteca. La lectura se dispensaba desde él en forma de novela de tamaño bolsillo. Novelas que pasaban de mano en mano con el kiosko actuando de intermediario. Novelas que no tenían grandes pretensiones literarias pero que cumplían dignamente con la función para las que eran escritas, entretener con la lectura. No sabemos cuantos llegaron a aficionarse de verdad a la lectura gracias a ellas, pero nadie puede negar su aportación a la cultura en un tiempo en el que el acceso a ella era complicado.
Yo recuerdo a mi padre, que en sus últimos años fue un lector impenitente, leyendo a Marcial Lafuente Estafanía, a Silver Kane, a Keith Luger, y a otros muchos. Y yo de niño también me aficioné a estas novelas, tanto como a las de Julio Verne que compraba mi padre al Círculo de Lectores. Y recuerdo ir a cambiarlas al estanco que había junto al Cine Apolo, escogiéndolas por las portadas y por el autor, intentando recordar las ya leídas para no repetir. Otros tiempos.


miércoles, 19 de febrero de 2014 1 comentarios

Weezer-Susana Vallejo- Calle Berlín




Los acordes de la música de Weezer llenaban el piso con sonidos juguetones y saltarines. Desde que Sol se había ido, no había vuelto a escuchar las notas que acompañaban a “Island in the Sun”. Se trataba de un grupo y, sobre todo, de una canción que asociaba irremediablemente a una época en la que no estaba solo, en la que Sol iluminaba la casa y su vida entera. Hoy la había buscado en Spotify.
Por fin se sentía capaz de escucharla de nuevo.
Y cuado llegó el momento en el que canturreó el “you’ll never feel bad anymore”, por primera vez fue consciente de la letra y de que quizás, en efecto, era el momento de no volver a sentirse mal y salir del hoyo en el que llevaba revolcándose durante años.

Calle Berlín, 109. Susana Vallejo.



Weezer es una banda estadounidense formada en Los Ángeles en 1992. La banda está formada por Rivers Cuomo (vocalista principal, guitarra líder), Patrick Wilson (batería, coros), Brian Bell (guitarra, coros) y Scott Shriner (bajo, coros). La banda ha cambiado la formación varias veces desde su formación original en 1992. Han publicado 8 álbumes de estudio, seis EP y un DVD. Hasta la fecha han vendido más de 9 millones de discos en Estados Unidos.


"Island in the Sun" es una canción grabada y lanzada en el año 2001, siendo el segundo single de The Green Album, tercer álbum oficial de la banda. Island in the Sun no estaba considerada para formar parte del álbum todavía, pero el productor, Ric Ocasek, trabajó en la canción y terminó siendo colocada entre las 10 canciones definitivas del álbum. La canción consiguió gran éxito en las radios, y es uno de los singles más exitosos de Weezer.

Fueron realizadas dos versiones distintas del videoclip. La primera dirigida por Marcos Siega, muestra a la banda tocando en una boda mexicana A los ejecutivos de MTV no les gustó esta versión así que se rodó una segunda, dirigida por Spike Jonze que pronto se transformó en el video más corriente y popular para la canción. Esta muestra a la banda interactuando con animales en un valle de Los Ángeles; solo Brian Bell, Rivers Cuomo y Pat Wilson, aparecen en este video, Mikey Welsh no asistió a la grabación y no continuaría como bajista de Weezer
jueves, 13 de febrero de 2014 0 comentarios

Muñoz Molina-Stormy Weather




El bar donde lo había citado Lucrecia estaba sobre un acantilado que se internaba en el mar. Vio el brillo de sus cristaleras al doblar una curva.  De pronto la vida entera de Biralbo cabía en los dos minutos que faltaban para que se detuviera el taxi. Sobre las crestas grises de las olas se mecían gaviotas inmóviles. Al verlas desde la ventanilla Biralbo recordó al hombre del abrigo oscuro: tenía en común con ellas la indiferencia ante el desastre. Pero ése era un modo de no pensar en el hecho pavoroso de que le quedaban segundos para encontrarse con Lucrecia. El taxista se detuvo a un lado del paseo y se quedó mirando a Biralbo en el retrovisor. “La Gaviota”, dijo casi con solemnidad: “Hemos llegado.”
A pesa de las grandes cristaleras del fondo, en La Gaviota había una opacidad de encuentros clandestinos, de whisky a deshoras y prudente alcoholismo. Las puertas automáticas se abrieron silenciosamente ante Biralbo. Vio mesas limpias y desiertas con manteles a cuadros, y una barra muy larga en la que no había nadie. Al otro lado de las cristaleras estaba la isla coronada por el faro, y tras ella la lejanía gris de los acantilados y el mar, el verde oscuro de las colinas sesgadas por la niebla. Serenamente, como si fuera otro, recordó una canción: Stormy weather: Eso le hizo acordarse de Lucrecia.
El invierno en Lisboa. Antonio Muñoz Molina. 






Stormy Weather" es un estándar de jazz escrita en 1933 por Harold Arlen y Ted Koehler que forma parte del Great American Songbook. 
La primera en interpretarla fue la pionera Ethel Waters en el mítico Cotton Club de la mano del gran director de big bands Cab Calloway, y su éxito fue tal que las versiones de la misma se grabaron por doquier. A lo largo de los años numerosos artistas han ido adaptando su letra y ritmo a sus pareceres haciendo que se puedan encontrar claras diferencias entre ellas.
Pondré dos versiones. La primera, la interpretada por Lena Horne en la película Cabin in the Sky, una película filmada en exclusiva para ser proyectada en los cines para afroamericanos y primera película del desconocido (entonces) Vincent Minelli, en la que se derrocha elegancia, suavidad y emoción.




La segunda, una interpretación magistral, desde mi punto de vista, de Billie Holiday.


miércoles, 5 de febrero de 2014 0 comentarios

Boecio-John Kennedy Toole- Ignatius J. Reilly




Ignatius dobló la esquina y aparcó el carro contra un edificio. Abrió las diversas tapas y se preparó un bocadillo que devoró ávidamente. Su madre llevaba toda la semana de un humor violento, negándose a comprarle Dr. Nut, aporreando la puerta de su cuarto cuando intentaba escribir, amenazando con vender la casa e irse a vivir a un asilo de ancianos. Le hablaba a Ignatius del mérito del patrullero Mancuso que, pese a tenerlo todo en contra, luchaba para conservar su trabajo, quería trabajar, no se desanimaba por la tortura y el exilio en los servicios de la estación de autobuses. La situación del patrullero Mancuso le recordaba a Ignatius la de Boecio, cuando estaba preso por orden del emperador antes de ser ejecutado. Para pacificar a su madre y mejorar las condiciones de vida en casa, le había dado “La consolación por la filosofía”, una traducción inglesa de la obra de Boecio, escrita mientras sufría una prisión injusta, y le había dicho que se la diese al patrullero Mancuso para que la leyera mientras estaba escondido en su cabina.

 La conjura de los necios. John Kennedy Toole.






(Ancio Manlio Torcuato Severino; Roma, h. 480-id., 524) Político, filósofo y poeta latino, autor de De la consolación de la filosofía. Representante del neoplatonismo, se inclinó por el estoicismo y las ciencias exactas, y se erigió en uno de los fundadores de la filosofía cristiana de Occidente.
El propio Boecio nos dejó un breve resumen de su vida en el primer libro de su obra más célebre, De la consolación de la filosofía. Boecio pertenecía a la gens Anicia, cristiana desde hacía ya más de un siglo y que había prestado al Imperio importantes servicios. Fallecido muy pronto su padre, que fue cónsul en 487, halló un maestro y un amigo en Quinto Aurelio Símmaco, con cuya hija Rusticiana se casó más tarde y al cual se sintió atraído a lo largo de toda su vida por una profunda veneración.
Poseedor de una amplia cultura, de la que formaba parte el perfecto conocimiento del griego, se entregó en un primer período al estudio y concibió el vasto proyecto (sólo llevado a cabo en una mínima proporción) de traducir al latín todas las obras de Platón y Aristóteles, para demostrar la mera apariencia de las supuestas disparidades existentes entre sus respectivos sistemas filosóficos.
Llegado luego a la vida política, obtuvo en ella un éxito rápido y singular: fue primeramente cuestor y después cónsul a los treinta años (510); y en 522 pudo ver a sus dos jóvenes hijos elevados a este último cargo. Según él mismo confiesa, hasta este momento vivió plenamente feliz: muy bien considerado por Teodorico, apreciado y amado por los hombres más ilustres de la época (entre los cuales figuraban Casiodoro y Ennodio), poseedor del afecto de una familia ideal y envidiado por su cultura y su poder, parecía ver colmados todos sus deseos.
No obstante, en breve espacio de tiempo su fortuna cambió por completo y lo llevó a conocer una caída más rápida aún que el ascenso. Tras haber defendido en Verona, y ante el mismo Teodorico, al senador Albino, quien había sido acusado de traición en favor del emperador de Bizancio, Justino I, el propio Boecio se vio envuelto en la acusación, y fue encarcelado en Pavía, condenado a muerte y cruelmente ajusticiado en 524. 


Se trató, con toda seguridad, de un proceso político; sin embargo, muy pronto se le dio un carácter religioso que procuró al reo el nombre, la fama y los honores del martirio y la santidad. Como personaje político, Boecio destaca en la historia de Italia por sus tenaces intentos de establecer el acuerdo y la unidad entre romanos y godos; sólo una violenta resurrección de la barbarie en el espíritu de Teodorico hizo fracasar sus generosos planes, que Boecio pagó con la vida.
No obstante, es todavía más elevado el nivel que ocupa en la historia de la cultura y de la civilización europeas: en la primera, por haber hecho asequibles al mundo occidental las fuentes griegas del saber mediante las traducciones de algunos de los principales tratados filosóficos (las Categorías, el De interpretatione y otros textos lógicos de Aristóteles, y la Isagoge de Porfirio) y las artes del cuadrivio, lo cual facilitó a las escuelas los instrumentos indispensables para la investigación; y, en la otra, por la meditación ofrecida a los siglos en la obra De la consolación de la filosofía, escrita en la cárcel, y que, junto a la Biblia y la Regla de los monasterios de San Benito, fue uno de los libros más leídos de toda la Edad Media.
Aun despojada de los elementos legendarios que pronto se le superpusieron, la figura de Boecio resulta ser una de las más significativas de los siglos medievales; y, precisamente, ha sido adoptada como símbolo del paso de una etapa cultural a otra era nueva: la que había de dar lugar, en una laboriosa y fecunda fusión de principios antiguos y recientes, a la civilización moderna.

sábado, 1 de febrero de 2014 0 comentarios

Sampedro-Miguel Ángel



Esas dos figuras labradas a golpes, tan unidas que resultan una, le recuerdan sus propias tallas rústicas en palos y raíces. Cuando era pastorcillo, arriba en la montaña, tiraba de navaja a la sombra de un castaño y a fuerza de tajos y cortes iba sacando algo, una cabeza con cuernos, un silbato, un perro, una mujer bien tetuda en la que no olvidaba la marcada incisión entre las piernas… Una vez le salió el padre del Cantanotte; le reconocieron por la joroba y le valió una paliza del rabadán, aunque fuera sin intención: ¿cómo iba él a sospechar siquiera rencillas de años más tarde? Solo que la raíz aquella tenía un muñón saliente en el sitio justo. Quizás salió de un aojamiento que alguien le quiso hacer al viejo Cantanotte.
Pero ahora no se trata de un tosco palitroque, sino de un mármol considerable. Se asombra: un escultor digno de los guerreros con las mazas; nada de pequeñeces. La impresión crece en el viejo: aquel artista fue de su mismo temple. Por eso ansía comprender mejor; ¿Qué labró en ese roca, que nos quiso decir?... Ese personaje en pie, con redondo casco y manto, sosteniendo a un hombre desnudo cuyas rodillas se doblan en el desmayo o en la agonía… ¿Qué misterio encierra?
Para desvelarlo el viejo lee el rótulo, pero agita incrédulo su cabeza: Michelangelo. Pietà Rondanini, reza la placa.


La sonrisa etrusca. José Luis Sampedro. 

 


La Piedad Rondanini es la última obra del escultor, como se puede observar, inacabada. Miguel Ángel siempre tuvo tendencia a no terminar sus obras. Pero ésta la abandonó por causa mayor: mientras la estaba realizando, y a los 89 años de edad, sufrió una apoplejía a los pies de su escultura y falleció unos días más tarde. 
En ella quiso, a través de un tema ya tratado previamente, representar un esquema inusual del mismo, presentando las figuras de Cristo y la Virgen en pie, con ésta última tratando de sujetar con fatiga el cuerpo del hijo muerto entre sus brazos. Muchos autores han querido observar en ella el mismo dolor que experimentó al darlo a luz, reflejando en este acto el sufrimiento de la Madre en ambos momentos, como si el Hijo del Padre volviera a salir de sus entrañas.
 La Piedad Rondanini es un conjunto “non finito”, misterioso, del que deja constancia un alumno del maestro Buonarroti, Daniele da Volterra, en una carta de 1564 enviada a Giorgio Vasari. También, tras la muerte del maestro florentino en el inventario de sus bienes en el que se cita una escultura “compuesta de un Cristo y otra figura encima, esculpidas juntas, esbozadas, pero no terminadas”. 
 

 
El grupo escultórico fue donado, mientras lo estaba realizando a su criado, Antonio del Francese, y más tarde se perdió la pista del mismo hasta que fue encontrado en un registro de los bienes del Marqués Rondanini a principios del siglo XIX en Roma. Y en la segunda mitad del siglo XX, fue adquirido por el Ayuntamiento de Milán para el Castello Sforza. 
Según los conservadores del Museo de Arte Antiguo del Castillo Sforzesco, Miguel Ángel esculpió el Cristo demasiado echado hacia delante con la cabeza separada de la de la Virgen en una primera fase de su ejecución, que testimonia el brazo izquierdo sobre la rodilla. Este arrepentimiento lo corrige en una segunda fase en la que hizo más fino el busto con el propósito de unirlo a la figura de María. 



La escultura se sustenta sobre una base que es un ara funerario romano de fines del siglo I d.C y que representa las efigies de los esposos Marco Antonio y Giulia Filomena Asclepiade.


 
 
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