martes, 13 de agosto de 2013

Tariq Alí-Ibn Hamz



-No tiene importancia. Aquella noche lloramos como niños, Zubayda. Si nuestras lágrimas hubiesen estado bien encauzadas, habrían podido extinguir las llamas. Pero de repente me encontré cantando algo que había aprendido en mi juventud. Luego oí un clamor y descubrí que no era el único que conocía los versos del poeta. Este sentimiento de solidaridad me llenó de una fuerza que nunca me abandona. Te digo esto para que comprendas de una vez y para siempre que nunca me convertiré por propia voluntad.

Zubayda abrazó a su esposo y lo beso en los ojos con dulzura.
-         ¿Cómo eran los versos del poeta?
Umar ahogó un suspiro y le susurro al oído:

Podréis quemar el papel,

pero no lo que contiene,

porque lo guardo seguro en mi pecho.

Donde yo voy, va conmigo,

arderá cuando yo arda,

y yacerá junto a mí en la tumba.


Zubayda los recordaba. Su propio tutor, un escéptico nato, le había contado la historia centenares de veces. Los versos pertenecían a Ibn Hazm, nacido quinientos años antes, justo cuando la luz de la cultura islámica comenzaba a iluminar los más oscuros abismos del continente europeo.

La Sombra del Granado. Tariq Alí.




Hijo de un ministro de Almanzor, la caída de la dinastía amirí y la ruina y persecución que a causa de ello sufrió su familia convierten a Ibn Hazm en un inconformista e incómodo intelectual trashumante al que su feroz defensa del legitimismo omeya y su militancia en la escuela literalista zahirí, opuesta a la malikí imperante en al-Andalus, lo hacen indeseable en todos los reinos de taifas y lo sitúan al margen de la ortodoxia. Tras un largo peregrinar plagado de sinsabores y desengaños, entre los que no se puede olvidar la pública quema de sus libros en Sevilla por orden del abbadí al-Mutadid, se retira a su casa familiar de Huelva, donde muere. Poeta, literato, genealogista, historiador, jurista, exégeta, filósofo, polemista, este gran polígrafo es, sin duda, uno de los representantes más significativos y fecundos de la literatura andalusí y un genuino producto de la etapa califal. Destacamos entre sus obras el Fisal, primera historia crítica y comparada de las diversas opiniones religiosas, o su Epístola en elogio de al-Andalus, en la que, con claro sentido autodefensivo, recoge una aguda observación respecto al trato que al-Andalus da a sus sabios: "Lo que ocurre en nuestro país confirma plenamente el proverbio usual: Nadie hace menos caso de un sabio que su propia familia. Yo he leído en el Evangelio que Jesús ha dicho: Nadie es profeta en su tierra".
Pero entre todas sus obras, la que más fama le ha dado en Occidente es El collar de la paloma, traducida a un buen número de lenguas. Obra de juventud, sus treinta capítulos constituyen el más completo tratado sobre el amor y los amantes que se haya escrito en la Edad Media. Algunos de sus capítulos, como los dedicados a describir la esencia del amor o los síntomas que lo acompañan, confirman la universalidad y vigencia de la obra. No menos interesantes son sus alusiones a los personajes que se mueven en torno a los enamorados: el mensajero (safir), relacionado con la celestina o trotaconventos; el espía /guardador (raqib), de clara similitud con el guardador provenzal; el calumniador (wasi) y el censor (adil).


 Quisiera rajar mi corazón con un cuchillo,
meterme dentro de él y luego volver a cerrar mi pecho.
para que estuvieras en él y no habitaras en otro,
hasta el día de la resurrección y del juicio;
para que moraras en él durante mi vida y, a mi muerte,
ocuparas las entretelas de mi corazón en la tiniebla del sepulcro.




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