lunes, 18 de noviembre de 2013

Simonini-Praga-Judíos




“Volví a la biblioteca, pero esta vez en París, donde podía hallarse mucho más que en Turín, y encontré otras imágenes del cementerio de Praga. Existía desde la Edad Media, y en el transcurso de los siglos, como no podía expandirse fuera del perímetro permitido, superpuso las tumbas -cubrirían quizá cien mil cadáveres-, y las lápidas se aglomeraban casi la una contra la otra, oscurecidas por las copas de saúcos, sin ningún retrato que las suavizara porque los judíos tienen terror de las imágenes. Quizá los grabadores habían quedado fascinados por el lugar y habían exagerado al crear semejante setal de piedras, cual arbustos de un páramo plegados por todos los vientos; ese espacio parecía la boca abierta de una bruja desdentada. Pero gracias a algunos grabados más imaginativos que lo retrataban bajo una luz lunar, quedome claro de inmediato el partido que podría sacarle a esa atmósfera de sábado, si entre las que parecían losas de un suelo que se hubieran levantado en todas las direcciones a causa de un movimiento telúrico, hubiera colocado, curvados, embozados y encapuchados, con sus barbas grisáceas y caprinas, a unos rabinos que confabulaban, inclinados también ellos como lápidas en las que se apoyaban, para formar en la noche una selva de fantasmas encogidos. Y en el centro estaba la tumba del rabino Löw, que en el siglo XVII creo el Golem, criatura monstruosa destinada a vengar a todos los judíos.”
El cementerio de Praga. Umberto Eco.



 

En el viejo cementerio judío de Praga no hay lujosos panteones, ni monumentos de costosos mármoles, no hay flores, ni adornos, ni cruces, ni estatuas… allí solo encontraremos miles de lápidas amontonadas sin orden ni concierto, como si en un juego macabro hubiesen sido colocadas azarosamente por manos invisibles en lejanas noches oscuras y silenciosas.
Viendo el reducido espacio del cementerio, no nos salen las cuentas cuando nos dicen que allí hay enterrados más de cien mil judíos. En cambio, en el camposanto tan solo hay unas doce mil lápidas. Esto se debe a que el cementerio se les quedó pequeño y los judíos, sin la posibilidad de ampliarlo, tuvieron que recurrir a realizar los nuevos enterramientos sobre los ya existentes, añadiendo capas de tierra una y otra vez. En algunos lugares del cementerio se pueden contabilizar hasta once enterramientos unos sobre otros. Motivo también del aparente desorden de las lápidas.


El poeta y erudito Avigdor Karo fue la primera persona enterrada en este lugar, allá por el año 1439 y permaneció activo hasta 1787, cuando fue clausurado definitivamente con la tumba de Moses Beck. Cientos de nombres célebres descansan en este lugar, como el sabio del Renacimiento, historiador, matemático y astrónomo David Gans (d. 1613), o el erudito e historiador José Salomón Delmedigo (d. 1655), y el rabino y coleccionista de manuscritos y libros impresos en hebreo David Oppenheim (m. 1736). Aunque sin duda el más conocido de todos es el gran erudito y maestro religioso Judá Loew ben Bezalel, conocido como el rabino Loew (d. 1609), que se asocia con la leyenda del Golem, un muñeco de barro creado por Loew para defender a los judíos de Praga, pero que enloqueció y no pudo cumplir su tarea.


1 comentarios:

marr dijo...

Interesante, amigo.

Publicar un comentario

 
;