martes, 11 de marzo de 2014

Yukio Mishima-Inhikawa Goémon




Al borde del largo paseo de grava se deslizaba una zanja de agua viva, donde unas magníficas algas se doblaban al capricho de la corriente. Muy pronto la famosa “Puerta Monumental” nos cerró el camino y la vista del paisaje.
Ni un alma habitaba el interior del templo. Sobre el nuevo verdor de la fronda resaltaba el esplendor de las tejas de la pagoda, semejantes a gigantescos libros inclinados que mostraran solamente sus lomos color de plata vieja. Realmente ¿qué sentido podía tener la guerra en un momento como aquél?. En ciertos lugares, en ciertos momentos, la guerra se me antojaba un extraño fenómeno físico que sólo existía dentro de la conciencia humana. Fue tal vez desde lo alto de esta puerta que, tiempo atrás, con un pie sobre el petril, el ladrón Ishikawa Goémon había contemplado las flores de los cerezos extendiéndose bajo él hasta perderse de vista.

El pabellón de oro. Yukio Mishima.



Ishikawa Goemon nació en 1558. Según la leyenda era un guerrero ninja que robaba a los ricos para dárselo a los pobres, como un Robin Hood oriental, aunque hay muy poca información histórica sobre él. Su fama creció durante el Periodo Azuchi-Momoyama, cuando Oda Nobunaga primero y Toyotomy Hideyoshi después, gobernaron Japón.
Algunas leyendas hacen de él un ninja, alumno de  Momochi Sandayu . Otras historias aseguran que fue un samurai renegado, convertido en ronin, llamado Kuranoshin Sanada.
En 1594, cuando Japón estaba en manos de Hideyoshi -calificado por la leyenda  como un déspota- , Goemon consiguió entrar en el castillo Fushimi, donde vivía e intentó asesinarlo. Según una de las histórias, el ninja-samurai se tropezó con una mesa encima de la cual había una campana. Esta sonó y alertó a los guardias, que le capturaron. Según otra historia, Toyotomi tenía un incensario mágico que le alertó del intruso.
La cuestión es que Goemon cayó prisionero y fue condenado a muerte. Su ejecución fue muy cruel. Condenado a morir hervido en un enorme caldero de aceite hirviendo, dicen que también arrojaron allí a su hijo. Él consiguió mantener a su hijo fuera, alzándolo con sus propias manos, evitándole la muerte horrible que él mismo tuvo… 

 
Y así murió, ejecutado enfrente de la puerta principal del templo de  Nanzenji en Kyoto, el 24 de agosto de 1594.

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