miércoles, 9 de enero de 2013

Chacón-Colomé

La lectura en voz alta del mensaje por parte de Sole producirá un sobresalto en Elvira. Chiqueta. Sólo hay una persona a la que ella haya oído decir chiqueta. No dirá a nadie que en aquella palabra ha creido reconocer a su hermano. No lo dirá, pero Elvira estará atenta al más mínimo detalle de la operación. No lo dirá, porque Tomasa es muy estricta, y también Sole, y es posible que piensen que, si ella sospecha que su hermano ha enviado la nota, se pondrá nerviosa y fallará en su cometido. Pero Elvira no se pondrá nerviosa, no. Ella estará atenta. Y cuando doña Antoñita Colomé, la invitada, finja un desmayo, interrumpirá la representación de La Tempranica y bajará del escenario con todas las demás. El resto, será confusión. Será confusión, para que dos camaradas disfrazados con los uniformes que Reme ha confeccionado en el taller de costura reclamen a Sole. No dirá que sospecha que uno de ellos es su hermano. No lo dirá, pero va a estar al tanto. Y aprovechará la confusión para acercarse a la puerta. 

La voz dormida. Dulce Chacón.



 Antonia Colomé Ruiz, más conocida como Antoñita Colomé, nace en Sevilla en 1910, en la calle Pureza del barrio de Triana, punto de origen y encuentro de lo más granado del arte popular andaluz. Desde pequeña supo que su lugar estaba en los escenarios y lucha con tesón para hacer realidad sus aspiraciones artísticas, removiendo todo tipo de obstáculos. Así, esta decidida y voluntariosa mujer no duda en burlar la negativa familiar a lo que constituía su firme vocación, contrayendo matrimonio a los 15 años con el bailaor Antonio de Triana, como una forma de conseguir el margen de autonomía necesario para iniciar su andadura profesional.

En 1934 debuta en el Teatro Eslava, gracias al empresario José Campua, trabajando después en algunas revistas del Tívoli de Barcelona, hasta que Benito Perojo la descubre y la lanza al estrellato cinematográfico.

Su carrera cinematográfica empieza con películas como Mercedes y Crisis mundial hasta que le llega la oportunidad de convertirse en una estrella con El negro que tenía el alma blanca, basada en la novela homónima de Alberto Insúa. Esta película, verdadero éxito mundial, lanza a la Colomé a la fama y marca el inicio de su ascensión vertiginosa en el escenario cinematográfico de la época. A partir de este momento, rodará cuarenta películas más, entre las que destacan: “El crimen de Pepe Conde”, “Mi fantástica esposa”, “Un idilio en Mallorca”, “El frente de los suspiros”, “Forja de almas”, “El bailarín y el trabajador”, “María Antonia la Caramba”, etc.

Cuando en 1936 se produce la sublevación militar y España empieza a sufrir los desastrosos azares de una guerra fratricida, la Colomé pasaba unos días de veraneo junto al escritor Edgar Neville y su esposa, en una localidad costera de Cataluña. Ante la gravedad del suceso tiene que volver inmediatamente a Barcelona, de donde parte hacia el exilio francés, siguiendo la estela de muchos otros artistas y pensadores de nuestro país. Establecida ya en París, contrae matrimonio, de nuevo, con Tony Martín, aunque tampoco en esta ocasión fue demasiado afortunada. Este segundo matrimonio fructifica en el nacimiento de una niña Eugenia Martín Colomé, al tiempo que le valió a nuestra protagonista dos estancias en la cárcel: una en la Santé de París y otra en la prisión de Odarreta en San Sebastián, acusada de complicidades de espionaje.

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