martes, 22 de julio de 2014

Temple-Monzón



El viaje de cinco días hasta Monzón lo hizo Castelnou en silencio. Cabalgaba a lomos de su caballo como lo hiciera cuando profesaba en la Orden del Temple: taciturno, erguido sobre su silla de montar, con la cabeza recta y el mentón ligeramente levantado, en esa pose orgullosa y solemne que mostraban los caballeros templarios cada vez que salían de sus encomiendas para realizar una patrulla.
La comitiva guerrera la encabezaba el barón, escoltado por dos portaestandartes, uno con el pendón del conde de Ampurias y otro con el del linaje de los Moncada, y tras él formaban veinte caballeros, todos los suyos y doce más del conde de Ampurias, varios escuderos y criados y dos carretas cargadas de víveres y enseres de guerra.
Al llegar a Monzón, Jaime contempló la formidable fortaleza templaria. El poderosísimo castillo se alzaba en lo alto de un escarpado cerro de laderas terrosas casi verticales.



El caballero del templo. José Luis Corral. 



 A 65 kilómetros de Huesca, sobre un escarpado cerro, se alza esta poderosa fortalezas templaria. En época musulmana era una estratégica plaza situada en el límite de los distritos de Huesca y Lérida. En el siglo XI fue tomada por el Cid Campeador al frente del ejército musulmán del rey de la Taifa de Zaragoza. La vida del Cid está íntimamente ligada a esta fortaleza, en la que quedó bajo custodia durante años su famosa espada, la Tizona.




Tras el testamento de Alfonso I el batallador, se creó en Monzón una gran encomienda templaria, que llegó a ser la principal casa del Temple en la Corona de Aragón, centralizando aquí la comandancia militar. En Monzón se convocaron en numerosas ocasiones las Cortes de la Corona y otras reuniones importantes, como las previas a la conquista de Valencia o a los ataques al reino de Francia.
En este castillo pasó su infancia el futuro rey de Aragón Jaime I el Conquistador, bajo la tutela del maestre del templario. En el siglo XIV, cuando el Papa Clemente V ordenó el arresto de todos los miembros de la Orden del Temple, el comendador de Monzón, se hizo fuerte en este castillo. El ejército real sitió la plaza, tras siete meses de asedio los soldados del rey tomaron Monzón. Las posesiones templarias pasaron a la orden de San Juan de Jerusalén. Con el tiempo, la encomienda fue perdiendo importancia, aunque se mantuvo como tal hasta el siglo XVIII.



Muchas de las leyendas del castillo de Monzón hacen referencia a su red de galerías subterráneas. Se dice que los templarios disponían de ocho galerías subterráneas secretas para salir al exterior. Actualmente el castillo cuenta con una serie de paneles informativos, donde se explican algunas de estas galerías con fotos, mapas y dibujos. Las galerías subterráneas no sólo fueron importantes en el asedio final a los templarios, sino que Jaime I también las conocía. Cuenta una leyenda que se escapó del castillo por uno de estos túneles, llegando hasta el río Cinca, cruzándolo a nado con apenas ocho años de edad.



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