sábado, 17 de enero de 2015

A.M. Gallo - Kremlin - Kronstadt



“Litonev accedió al recinto y se dirigió hacia el pretil que separaba la tierra del mar. Las aguas del Báltico, con grandes manchas de aceite, acariciaban las piedras del muro. Aun con oscuridad, sospechaba por qué había llegado a los muelles: quería cimentar su vida personal antes de lanzarse al abismo del que ignoraba si sería capaz de regresar. Tal vez, aquello le había atraído a la parte oeste de la ciudad, para contemplar en aquel amanecer la isla de Kotlin y dejar que su mente se trasladase a 1921, cuando los marino se rebelaron en la ciudad de Kronstadt contra los bolcheviques exigiendo más libertad. La represión del Ejército Rojo fue brutal. Él la conocía. Había formado parte de las compañías que asaltaron la isla y redujeron a los marinos.”



Asesinato en el Kremlin. Alejandro M. Gallo.



La Rebelión de Kronstadt fue un alzamiento fracasado de los marinos soviéticos de la isla de Kotlin, donde se halla la fortaleza de Kronstadt, contra el Gobierno de la República Socialista Federativa Soviética Rusa. Fue la última gran rebelión en contra del dominio bolchevique dentro del territorio ruso durante la Guerra Civil rusa.


La rebelión tuvo lugar en las primeras semanas de marzo de 1921 en Kronstadt, una fortaleza naval situada en la isla de Kotlin en el Golfo de Finlandia. Tradicionalmente, Kronstadt ha servido como base de la flota báltica rusa y defensa de San Petersburgo (entonces, Petrogrado), que se encuentra a treinta kilómetros de la isla. Durante dieciséis días, se implantó una comuna revolucionaria que se opuso al Gobierno soviético que los propios marinos habían ayudado a crear. Después de encarnizados combates y gran número de bajas, la rebelión fue aplastada.



Surgida por el descontento popular y a raíz de las protestas obreras en Petrogrado, estalló cuando estas se estaban calmando. No se coordinó con otras rebeliones contra los bolcheviques que en ese momento existían en otras lejanas regiones del país. Por entonces las disputas internas entre fracciones comunistas habían debilitado seriamente la administración de la flota y esta no pudo desbaratar la sublevación.
Los rebeldes, entre los que se contaban numerosos comunistas desencantados con la evolución del Gobierno, exigieron la aplicación de un programa de reformas que recordaba las reivindicaciones de corte anarcosindicalista de 1917: elección de los sóviets, inclusión de los partidos socialistas y anarquistas en el poder, libertad económica para campesinos y obreros, fin del poder de los partidos y del monopolio bolchevique del poder, disolución de los nuevos organismos burocráticos surgidos durante la guerra o restauración de los derechos civiles para la clase trabajadora. A pesar de la influencia de algunos partidos de oposición, los marinos no respaldaron a ninguno en concreto.
Convencidos de la popularidad de las reformas que exigían y que aplicaron en parte durante la corta rebelión, esperaron en vano que su protesta se extendiese por el país y rechazaron la ayuda de los emigrados, que pretendían utilizar el alzamiento para sus propios fines. Esperando que el Gobierno se aviniese a negociar, mantuvieron una actitud pasiva que acabó por aislar la fortaleza del continente, a pesar de los consejos de los oficiales, que defendieron una estrategia ofensiva. Las autoridades, por el contrario, adoptaron una postura intransigente, presentaron un ultimátum exigiendo la rendición incondicional el día 5 y, una vez caducado el plazo, desencadenaron una serie de asaltos a la isla que fracasaron hasta que una gran concentración de unidades militares logró tomarla el 17 de marzo tras sufrir gran número de bajas.
Los rebeldes fueron considerados mártires revolucionarios por sus partidarios y agentes de la Entente y de la contrarrevolución para las autoridades; la rebelión desencadenó una gran controversia y la desilusión de parte de los antiguos defensores del régimen establecido por los bolcheviques.


Aunque la sublevación fracasó, aceleró la implantación de la Nueva Política Económica que sustituyó al «comunismo de guerra»; las exigencias políticas, por el contrario, se vieron frustradas.
 




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